La vendimia está en pleno ecuador en la provincia quince días más tarde que el año pasado y a un ritmo menor debido al irregular proceso de maduración de la uva, como consecuencia de una primavera muy lluviosa y las tormentas de la primera semana del mes de julio. El alargamiento del proceso vegetativo no va a incidir en la calidad de la uva, que es excelente, pero sí en el retraso de las tareas de recolección que, en pagos concretos, se va a estirar más allá de la segunda semana de octubre.

Los trabajos de recogida de la uva han evidenciado que las bayas se encuentran en un estado inmejorable, a pesar de lo que se podía prever por la gran humedad de los terrenos al inicio del proceso vegetativo. Las variedades blancas están alargando más que en otras campañas su maduración óptima, que las tintas ya han alcanzado, con un graduación ideal y una acidez más equilibrada que en los últimos años, lo que hace augurar que la añada 2018 se va a prestar como pocas a la elaboración de reservas y grandes reservas, sobre todo en Toro y Tierra del Vino.

La cantidad de fruto recolectado va a estar muy por encima de los datos de la vendimia pasada, sobre todo en la DO Toro, donde se espera una cosecha por encima de los 21 millones de kilos. Los efectos de las heladas y de las tormentas del pedrisco han quedado minimizados por la humedad del suelo que ha servido para la recuperación de muchos viñedos, principalmente los plantados sobre terrenos muy barrosos, que venían arrastrando un déficit hídrico desde hace varias campañas.

Una vez más, la vendimia se ha puesto en marcha sin precio de la uva. Los viticultores han vuelto a quejarse de la indefinición y la falta de efectividad en este aspecto de los consejos reguladores de las zonas amparadas por marchamos de calidad, que han sido incapaces de establecer una cotización de referencia. Las bodegas mandan y fijan los guarismos que los productores no han tenido más remedio que aceptar.

Como ya ocurriera el año pasado, se ha vuelto a repetir la paradoja de que algunos intermediarios y bodegas de fuera de la provincia están pagando más por las uvas que los elaboradores que integran las denominaciones de origen de Zamora, extremo que evidencia una disfunción que habrá que corregir en vendimias venideras, porque si no se hace así crecerá el malestar de los productores que en muchos casos ya se han planteado el arranque ante la falta de rentabilidad de sus explotaciones.

Las cuatro denominaciones de origen de la provincia, incluida la de Benavente, necesitan hacer un nuevo esfuerzo de promoción para llegar a mercados a los que todavía no han llegado y lograr así un volumen de ventas mayor. Dentro de las calificaciones de calidad se echa en falta una mayor fuerza de las cooperativas, como representantes de los viticultores, y estrategias en común que consigan dar a conocer en el exterior el gran potencial vitivinícola de esta provincia.

El sector del vino necesita más acuerdos y menos estrategias comerciales particulares que se estrellan en la mayoría de los casos con un mercado atiborrado de oferta barata de países que están fuera de la UE y que elaboran sin las exigencias que marca la Comisión Europea. Zamora precisa denominaciones de origen más potentes que sean capaces de competir en el mercado español, pero también en el internacional. No parece peregrino abrir un debate sobre una posible fusión entre denominaciones de origen si el objetivo final es el beneficio de todas las partes. Este podría ser el caso de los marchamos de Toro y Tierra del Vino que cultivan unas variedades prácticamente iguales y de una calidad pareja. La unión posibilitaría una DO más potente, con un porcentaje de viñas viejas mayor y un territorio más uniforme.

No estaría de más tampoco llegar a acuerdos puntuales entre distintas bodegas de la provincia para vender un producto representativo de todo el territorio, que sería muy variado y seguramente capaz de llegar a más consumidores que siguiendo la fórmula de penetrar en los mercados de forma individual.

El sector provincial del vino, que elabora un producto sobrado de calidad y excelencia, necesita imaginación comercial para derribar algunas barreras que limitan su entrada en determinados mercados. No debe tampoco dar miedo plantearse una revisión de los reglamentos de las denominaciones de origen si, con eso, se va a ganar proyección y futuro. Fórmulas hay, pero hay que abordarlas siempre con un espíritu abierto.

El vino es una de las señas de identidad de la provincia y no solo debe seguir siéndolo sino que tiene que convertirse en emblema único por el potencial del sector y la calidad del producto. Pero para ello, viticultores y vinicultores tienen que estar permanentemente buscando alternativas de mejora, que se traduzcan en una mayor penetración en los mercados.