Estuve esperando desde primeros de septiembre la invitación del Ilmo. director del Instituto Santísima Trinidad de Baeza para la solemne inauguración del Curso Académico 2018-2019. Cuando ya pensaba que no llegaría esa invitación, el viernes 14 de septiembre un correo electrónico me trajo la invitación y el programa del acto, excusándose el Sr. Director de la tardanza debida al cúmulo de ocupaciones de los días anteriores.

Sin dudarlo, el día siguiente adquirí billete en el autobús que realiza el recorrido Madrid-Baeza. Y por allí estuve desde la tarde-noche del 16 hasta la tarde del 18. Desde la mañana del lunes 17 realicé mi visita al Instituto; donde me deleité viendo, además de la emocionante obra escultórica de aquella antigua Universidad de Baeza, émula de la magistral de Salamanca, el constante ir y venir de los alumnos por los pasillos y patios (tres ahora), que me recordaron a tantos y tantos alumnos que pasaron por las aquellas aulas en mis doce años de Profesor; los primeros de mis cuarenta en la Enseñanza Oficial: dieciséis en tres Institutos de Enseñanza Media y más de diecinueve en la Universidad de Alcalá de Henares, siendo primero Maestro de Maestros en la Normal de Guadalajara, y terminando al final en la Facultad de Filosofía y Letras, donde, en la céntrica calle alcalaína de los Estudios, vimos la asignatura de Historia de la Filosofía Medieval.

Después de este rato en el que viví mis tiempos pasados, a las doce de la mañana asistí al solemne acto de la Inauguración del curso que empieza. Ocupábamos el primer banco de la derecha el que esto escribe y algún profesor de las Universidades de Granada y Jaén. En la presidencia, ocupaban sus asientos el director del Instituto, la alcaldesa de Baeza y la profesora que debía recrearnos con su estupenda conferencia, amena e instructiva, sobre las dos importantes ciudades, señoras de la Loma; notables en la antigüedad, incluso en los tiempos de la maestra Roma, y en la vida actual de Jaén y Andalucía. Baeza y Úbeda desplegaron ante nuestros oídos, ávidos de conocimiento, su enorme importancia en la Historia y en la cultura de la Andalucía y la España del pasado y de la actualidad.

Después del acto, que comenzó con la Presentación del señor Director, tuvo como principal contenido la conferencia mencionada y como digno final las palabras de la alcaldesa de la localidad, palabras llenas de enseñanza y ánimo al estudio en la Institución que nos acogía, visitamos algunas dependencias, comenzando -no podía ser menos- por el magnífico Paraninfo universitario, donde se celebró el acto, ensalzado por el empaque del local, en el cual no pude dejar de contemplar, con profunda emoción, la cáncana que ocupé en diez ocasiones para pronunciar la lección que la cátedra de Filosofía dedicaba a la festividad de Santo Tomás de Aquino.

La tarde comenzó con un rato de convivencia con el Sr. Director y la conferenciante, seguido por la visita a un matrimonio amigo, él bastante enfermo, y un largo espacio de tiempo transcurrido en la terraza del Mercantil con mis cuñados, toresano él y ella baezana.

La mañana del día 18 fue dedicada a visitas: la primera fue a la casa y farmacia de un antiguo alumno, hijo de una antigua compañera difunta. Este antiguo alumno me llevó en su coche a visitar a una antigua alumna, hija de un empleado de la Secretaría del Instituto, también difunto. Ella, después de haber enseñado en un colegio de Málaga, vuelve jubilada a Baeza, donde la he visto más de 50 años después de haberla tenido en la clase de COU y seguir -como hija de un gran amigo- en continua correspondencia a lo largo de todo este tiempo.

Y al final de la mañana, esperando ya la hora del autobús de regreso a Madrid, pude contemplar -recordando que su vista me encadenó a Baeza aquel primero de octubre de 1965 y me hizo enamorar de esa ciudad- la maravillosa vista de los campos y montañas que me han hecho soñar muchas veces y que, en ésta tal vez postrera, contemplación, me han traído a la imaginación las palabras que allí escribió, arrobado también, Antonio Machado: "Campo de Baeza, soñaré contigo cuando no te vea". Seguiré soñando; pero no quisiera que esa vista, a pesar de las circunstancias adversas, sea la postrera.