La contradicción es el estado natural de los miembros del Gobierno de España y de una parte poco representativa de la oposición. Lo que dicen hoy no lo sostienen mañana. El rosario de contradicciones que a diario rezan Sánchez y sus ministros está agotando todos los misterios. Los dolorosos son los que más se repiten. Los gozosos, los luminosos y los gloriosos se rezaron de una pasada con el santo advenimiento de Sánchez tras la moción de censura y no hay rastro de ellos. Es imposible que los haya con la concatenación de desventuras personales y profesionales de sus estimados ministros y ministras.

Veremos a ver en lo que queda la explicación nada convincente del ministro de Ciencia, Innovación y Universidades, Pedro Duque, en torno a la sociedad instrumental creada por él y su mujer, de la que se niega a facilitar datos que resolvieran las dudas que pesan sobre el asunto a tenor del decir y el parecer de los expertos. Volviendo a las contradicciones de los políticos más contradictorios de la democracia, Pedro Sánchez es rehén de sus propias palabras. Venía dispuesto a regenerar la vida española y a la vuelta del primer capítulo de cien páginas nos enteramos que hay mucha degeneración en los actos de algunos de sus compañeros del Consejo de Ministros. Encima, para dar más que hablar, Carmen Calvo no ha sido nada afortunada cuando habla de 'limitar' o algo parecido eso que se ha dado en llamar libertad de expresión, en su opinión la que ejercen fundamentalmente los periodistas, debido a que lanzan muchas, siempre en su opinión, 'fake news', a las que también se ha referido el presidente en Nueva York.

Recuerdo que cuando salió a la luz el escándalo fiscal del podemita Juan Carlos Monedero, sí hombre, ese chico que nos da constantemente lecciones de la ética que él no tiene, recuerdo que Sánchez aseguró: "Si yo tengo en la Ejecutiva Federal de mi partido, un responsable político que crea una sociedad interpuesta para pagar la mitad de los impuestos que le toca pagar, esa persona al día siguiente estaría fuera de mi Ejecutiva. Ese es el compromiso que yo asumo con mis votantes y también con los españoles". Como el compromiso estaba afirmado pero no firmado sobre el papel, las palabras se las ha llevado el viento. Susa votantes y el resto de españoles ya saben lo que vale la palabra de Sánchez: nada.

Este señor tiene en su gobierno un ministro que creó en su día una sociedad interpuesta, sumo 151.000 euros en desgravaciones fiscales en seis años y, aunque pillado, ni dimite y, por lo tanto, ni se va. Me cae muy bien Duque, pero su comportamiento no cuadra con el pensamiento del jefe. Un pensamiento un tanto volátil. Porque si a un pepero de Rajoy o de Casado se le descubren las conversaciones mantenidas con José Villarejo como las protagonizadas por la ministra de Justicia, Dolores Delgado, apueste lo que quiera a que Iglesias primero y Sánchez después, habrían pedido prisión incondicional para el pepero o su expulsión de España por bajar a las "cloacas" (la palabra favorita de Iglesias), llevando como cicerone a Villarejo. El presidente del gobierno es prisionero de sus propios compromisos.

No es el único que hace de la contradicción su modus operandi. En la lista también figuran, Artur Mas, Albert Rivera, Mariano Rajoy, Pablo Iglesias, Rita Maestre, Irene Montero y un largo etcétera de políticos contradictorios consigo mismo y con los demás. Y ahí están, tan campantes, esperando que escampe.