La Zamora del siglo XI se extendía considerablemente, el vecindario ya no cabía en el antiguo recinto amurallado que levantó el rey Fernando I, padre de la Infanta Doña Urraca; en consecuencia, empezaron a levantarse casas en sitios extramuros convirtiéndose en poco tiempo en populosas barriadas que tomaron el nombre de PUEBLAS.

La Puebla del Valle se extendía por las proximidades del río Duero y allí se establecieron los judíos, construyeron su sinagoga y calles enteras se distinguían por los oficios de sus moradores: Carpilleros, Alfamareros, Caldereros, Tenerías, Zapatería . . . Los cristianos alzaron iglesias en sus respectivas pueblas, apareciendo San Leonardo, Santo Tomé, Santa María de la Horta.

La Puebla de San Torcaz o San Torcuato surgió en el entorno de la antigua iglesia de San Torcuato, que se encontraba donde hoy conocemos como la Plaza del Maestro. La zona más poblada llegó a ser aquella en la que se asentaron los que llegaban procedentes de Palencia, que, especializados en manufacturas de la lana, se llegó a conocer como el Barrio de la Lana. Estos pobladores palentinos trajeron con ellos, con el propósito de dedicarla al culto, la imagen de la Virgen de San Antolín o de la Concha.

El Rey encargó al Conde Don Ramón el fomento de aquella población y dio a la Puebla del Valle fuero independiente del de Zamora, con exenciones y privilegios, entre los que destacó que, si un vecino de la ciudad se refugiaba en el barrio, no podría ser extraído por la fuerza. Aquel fuero fue ratificado el año 1094 y contribuyó notablemente al aumento de la población. Según afirma Cesáreo Fernández Duro en sus Memorias Históricas de la Ciudad de Zamora, hay una copia de este Fuero en la Real Academia de la Historia: Colección de Documentos y Privilegios, Tomo I, fol.2 Est 27.

Consecuente con aquella expansión de la ciudad, surgió un nuevo recinto amurallado que se concluyó en el siglo XIII, y todavía hubo un tercer recinto construido a finales del siglo XIV del que podemos rememorar sus puertas: La Puerta Nueva, Puerta de San Pablo, Puerta de Santa Clara, Puerta de San Torcuato, Puerta de Santa Ana y Puerta de la Feria. Todas ellas fueron desapareciendo en aras del progreso y con pretexto de que la muralla ya no tenía eficacia como elemento defensivo y sus puertas estorbaban a los planes urbanísticos.

El título de "La bien cercada" ha quedado para el recuerdo y solo algunos tramos de muralla dan testimonio de que hubo un recinto protector del la seguridad de los habitantes de esta ciudad.