El poema de Nicolás Guillén que durante años fue una canción protesta para denunciar las pésimas condiciones de trabajo y para reivindicar el trabajo digno y con derechos que sigue siendo una meta, decía lo siguiente: "Me matan si no trabajo/ y si trabajo me matan / siempre me matan ¡ay! siempre me matan".

Y efectivamente plasma la realidad de una lucha obrera en la que las huelgas se saldaban con muertos, "me matan si no trabajo", y en la que las condiciones de trabajo se asimilaban a la esclavitud, "y si trabajo me matan." He recordado esta canción cuando hace unos días la ministra de Defensa del Gobierno de España, Margarita Robles, decidió no vender bombas a Arabia Saudí porque se podían emplear en la guerra de Yemen -otra de las guerras olvidadas- precisamente porque las bombas matan y en ésta como en todas, matan a la población civil.

Y sobre todo cuando los trabajadores del sector de armamento y los de Navantia, que fabricaban corbetas para ese país en el mismo contrato, protestaron porque se perdían más de 6.000 puestos de trabajo aquí, en España.

Seguramente no fue esta la principal razón para que la ministra rectificara su decisión. Pesarían más los 1.800 millones de euros de la construcción de las corbetas que se iban a perder; la condición de socio preferente de Arabia Saudí en la exportación de armas y material bélico desde las fábricas españolas, que según Amnistía Internacional fue de 932 millones de euros entre los años 2015 y 2017; y quizás las buenas relaciones diplomáticas de España con un país tan en vías de democratización que hasta las mujeres ya han accedido al derecho de tener carnet de conducir hace un par de meses; o las buenas relaciones amistosas entre el rey emérito de España y el monarca saudí, que se llaman hermanos entre sí.

Sin embargo, vuelvo al dilema de los seis mil trabajadores que han tenido que optar por defender el tajo aunque sepan que puede matar a otros trabajadores, o perder su trabajo y con ello el sustento propio y de su familia. Desde su punto de vista: me muero si no hay trabajo. Desde el de los trabajadores yemeníes: y si hay trabajo, me matan.

Un dilema al que sin armas de por medio también se enfrenta la población rural de Zamora en los últimos meses ante la instalación de macrogranjas de porcino, que han caído como una bomba de las que no matan inmediatamente a la gente pero que amenazan con destruir el medio natural y el medio de vida tradicional de nuestros pueblos: porque afectan al medioambiente que necesitamos para respirar, y porque pueden arruinar el trabajo de las pequeñas y medianas explotaciones de los que aún viven en ellos.

Los promotores de estas macrogranjas están introduciendo dudas con la promesa de que pueden crearse muchos puestos de trabajo, en zonas donde la despoblación es prácticamente lo único que crece, y donde el paro de los más jóvenes les ha llevado a emigrar.

De nuevo se siembra el dilema entre tener que emigrar si no hay trabajo porque no se puede vivir sin él, o marcharse si hay trabajo porque no se puede vivir con el aire para respirar y el agua de beber contaminados.

Desde la ética de la convicción, la respuesta a estos dilemas es clara: no trabajar para matar con bombas inteligentes a los trabajadores yemeníes; no trabajar para matar con purines el medio donde viven los trabajadores zamoranos.

Las personas que no nos enfrentamos al problema de perder el puesto de trabajo, o de no conseguir trabajar en nuestra tierra, no podemos más que respetar todas las decisiones. Aunque digamos ¡no! a venderles las bombas y a ponernos macrogranjas.

Pero lo que sí hacemos es volver a recordar la necesidad de unidad de los trabajadores del mundo y de solidaridad de clase para que no nos maten trabajando o sin trabajar, aunque les parezcan palabras viejas a algunos modernos que acaban de crear un viejo partido sin saberlo. Y volver a revivir las canciones que recogieron problemas que siguen siendo los mismos para los trabajadores. Porque "¡ay! siempre me matan."