No hace falta ser muy erudito para darse cuenta que los gatos son la tonalidad del silencio y la inteligencia. Creo que no conocemos a los gatos de un modo profundo. Su conducta es maravillosa, a pesar de estar en el exilio, siempre están cerca.

Los gatos tienen el estigma de la miseria y la vida andrajosa; buena parte de los cuentos infantiles los arroja a la calle: las desventuras de los gatos y los ratones... Todo un clásico.

Hay algo mal enraizado entre el gato y el hombre. Sí, estoy convencida. Los gatos nos hacen reconocer la soledad, además nos conducen al silencio y con gran determinación nos obligan a pensar. Tener un gato cerca puede ser un fastidio, sobre todo para las personas que desprecian el silencio, el mismo que nos transporta a la más pura simplicidad de nosotros mismos.

Poco a poco, con el paso de los años, veo en las gatos un libro de misterio, me suscita mucho interés su lectura...

Pasan las estaciones, el verano ya es histórico; increíble rapidez la de la vida. El otoño es una estación que encuadra muy bien con los gatos. Pero para conocer la lectura de lo que acabo de decir es necesario buscar el libro de rostro expresivo y lomo desconfiado. Sí, ahí está encuadernado con el esmero de los libros de antes.

Ya no falta nada para Navidad, lo sé, ya me han querido endosar lotería.

Confiaba tanto en su cuerpo, incluso sin haberlo tocado, que únicamente pensé en ennoblecer la dermis.

Con cierta seguridad me palpó la cintura; principio de remordimiento en el suave arte de amar. Estaba apoyada en la barra del bar de aquella estación de invierno, entre fría y animosa, esperaba otra taza de café caliente; a la vez buscaba con la mirada el impulso soberano de sus ojos. ¡Los encontré!

La Navidad es época de nostalgias, suelen aparece una pléyade de recuerdos entre las privilegiadas burbujas del cava: unos son de naturaleza afectiva, otros sutiles versos líricos y los más galantes están escondidos en el callejón del sexo y seso.

Dejando a un lado los matices, regreso a la trastornada tarea de la pasión, me acerqué a Pablo, él con palabra serena me dijo: "Vamos".

Hemos conservado la amistad durante muchos años, también hemos compartido muchas vivencias y desdenes de la vida. Pero lo mejor estaba por llegar...

Nos pusimos a caminar, una alfombra blanca de nieve nos iba sintiendo, el ambiente estaba cargado de un misterio imperante. El empaque de Pablo era decidido. ¿Pero a qué? Mostrando un entusiasmo excesivo, nos miramos. Sin pedir permiso a la amistad, nos acercamos el uno al otro; autorizados por el deseo castrado durante tantos años y nos besamos con la alegría de haber vencido al orgulloso intelecto, sí, el mismo que contempla todo desde la razón.

La amistad nos ofrece todas las garantías de la confianza, es importante considerar las miradas y los guiños que de ella se derivan.

¡Pablo y yo estamos en París, dicen que es la ciudad del amor. Nosotros pensamos que primero fue la ciudad de la amistad.

¡Felices Fiestas!

Ya dejo preparada la felicitación...