El presidente de la moción ha salido tocado de la embestida de Rivera en el Congreso de los Diputados. Tocado, pero no hundido. Tras su empecinamiento con la exhumación de los restos de Franco, perdón, quise decir el dictador, ahora quiere meterle mano a la Constitución. Al parecer para una sola cuestión, sólo que Podemos ya se ha revuelto en el escaño y dice que hay que aprovechar para dar un repaso a todos los títulos, artículos y capítulos de la Carta Magna. Decía eso de que ha salido tocado pero no hundido, porque se ha propuesto, en esta nueva alocución que nos ha soltado a los españoles, cargarse los aforamientos.

Me parece de perlas. La prerrogativa de acudir a un tribunal diferente al resto de ciudadanos está en la Constitución, pero contradice el principio de igualdad ante la ley. España, la pobre, tiene 18 constituciones, una para todos, y 17 distintas repartidas por las diversas autonomías. El número total de aforados en España es de 250.000. Hay una superpoblación de aforados con la que hay que acabar. Por cierto, sólo uno de cada cinco aforados en España es político. Lo digo más que nada porque siempre cargamos las tintas contra ellos y nos olvidamos de todos los demás que son mayoría en esto del aforamiento en el que se escudan tantos para seguir medrando.

Hasta donde yo sé, jueces, fiscales y otros altos cargos de Justicia y Seguridad también gozan del privilegio del aforamiento. No me extraña que el vicepresidente del Supremo haya afirmado que hay demasiados aforados, y haya aprovechado esta especial coyuntura para pedir la modificación de la figura del imputado. En las autonomías patrias eso del aforamiento ha salvado a muchos presidentes y presidentas y a muchos ex presidentes y ex presidentas de acabar sentados en el banquillo de los acusados con entrada posterior en la trena.

Esta repentina prisa de Pedro Sánchez, algunos mal pensados, algunos mal intencionados la han atribuido a sus ganas de acabar con Pablo Casado. Curiosamente, Pablo Casado es partidario de suprimir los aforamientos pero no única y exclusivamente aquellos que afectan a la clase política. Porque en su desaforado afán por dar la razón a los que atribuyen la prisa de Sánchez al reto que para Pedro supone la permanencia de este Pablo que concita más simpatías y apoyos que el otro con el que cogobierna, la supresión sólo afectaría a seiscientas y pico personas, es decir a diputados, senadores y miembros del Gobierno. Y al resto, pongamos por caso las autonomías ¿quién los 'desafora'?

Ese planteamiento se lo están haciendo cada vez más un mayor número de analistas políticos. Lo cierto y verdad es que para tocar la Constitución y suprimir los aforamientos, el PSOE de Sánchez tiene que contar por fuerza con el PP de Casado al que necesita. En ciertas materias Sánchez no puede ir por libre, como ha venido haciendo hasta ahora, entre otras cosas porque sus compañeros de viaje no son los más recomendables ni los más adecuados, para el doctor Sánchez, si quiere que se le recuerde como un estadista y no como el político a secas que es hoy. Me parece que fue Bismarck quien lo definió correctamente. "El político piensa en la próxima elección; el estadista en la próxima generación". He ahí la notable diferencia.