Las neuronas conectadas para cualquier discurso son las mismas, creo, que las que arman nuestro sentido de la moral. Esto permite intercambios y circuitos reversibles. Por ejemplo, pueden dar razones para asistir por la mañana, como vecino de un lugar cuya principal economía sea la construcción de buques de guerra, a una mani (1) en defensa de los puestos de trabajo, y por la tarde a otra (2) por la paz y contra la venta de bombas a un país en guerra. La complejidad de los circuitos neuronales, y sus métodos de sustitución y bypass evitan cortocircuitos que hagan chisporrotear la cabeza. Antes de que esto ocurra entraría en juego el circuito antisistema, que al cuestionarlo todo elude contradicciones, salvo la de que a la postre un antisistema acaba comiendo, postre incluido, del sistema, y yendo a su propia mani (3) en un autobús del sistema, usando el carné para tarifa bonificada.