El pasado nos persigue a todos. Nada digo si encima eres un personaje público, del tipo presidente del Gobierno, ministro, secretario de Estado o simplemente parlamentario. Como la hayas pifiado en el pasado, terminas pagando la pifia, a veces a un precio demasiado alto. El ministro de Ciencia, Innovación y Universidades, lo ha dicho bien claro. En estos tiempos resulta muy difícil estar en tareas de gobierno porque "da mucho miedo que a uno le miren hasta lo que hizo en la infancia". Y no es broma. A Froilán Marichalar y Borbón, le perseguirá toda la vida, aquella escena, durante la boda de su tío Felipe, en la que se liaba a patadas con las damas y los pajes que como él, vestidos de época, acompañaron a los novios en la ceremonia.

Lo cierto es que lo de Froilán tuvo luz y taquígrafos. Allí estaban todos los medios de comunicación levantando acta. Y cuando no son los medios son las notas, algún amigo, algún compañero de aula, alguna denuncia, algún misterio, vaya usted a saber, lo cierto es que, tiene razón Duque, su miedo es a día de hoy el miedo de los ejercientes de la res política en particular y del resto de ciudadanos en general.

Haber sido un trasto de pequeño, haber copiado en clase, haberse fumado un porro, haber coqueteado con el alcohol y las drogas, haber ido a más velocidad de la permitida, cualquier haber puede acabar pasando factura a Montón, a Sánchez, a Rivera, a Casado y al mismísimo Iglesias en cuanto se escarbe un poco. Lo que no entiendo es por qué ese reparo de algunos medios a decir verdades como puños sobre el pasado e incluso el presente de Pablo Iglesias. Lo tratan como si tuviera bula cuando en realidad no la tiene. Asegura, medio en serio medio en broma, el ministro astronauta que "cualquier cosa puede salir" de tu vida pasada. Que deje de pensar en los demás y piense en sí mismo. Porque como alguien descubra o le dé por decir, que infló su curri espacial y que la cosa no fue para tanto, lo mismo se tiene que plantear su permanencia en el digno ministerio que ahora preside con permiso del presidente Sánchez.

Por cierto, entre los pillados, el que peor lo lleva es, precisamente, Sánchez. Su cara es el espejo de su estado de ánimo, de su cabreo, de sus ganas de estrangular a Rivera si no fuera porque es un demócrata y los demócratas encajan bien las críticas, las mentiras, las verdades y las medias verdades. La cara de Sánchez refleja bien a las claras lo mal que le ha sentado que se haya cuestionado su valía como doctor, que no de la Santa Madre Iglesia a la que pretende desvalijar en poco tiempo, no, si no como doctor en Economía y Política. De cualquier forma, la titulitis, los doctorados, los másteres y esas cuestiones han sido la gran enfermedad de todos los que querían llenar la pared de su despacho privado o público, de los títulos acreditativos convenientemente enmarcados.

Lo que tiene que hacer el señor Duque que, dicho así, poco encaje con la plebeyez de sus compañeros ministeriales tiene, es vigilar más de cerca las Universidades, ámbito de su competencia, como poco ciertas universidades que están bajo sospecha antes incluso de que se produjeran estas y otras noticias que dejan mal parado al sistema universitario, a los docentes, a los beneficiarios y demás actores de semejante farsa. Ni entro ni salgo en la tesis presidencial, pero sorprende conocer la identidad del jurado calificador por todo lo que se ha dicho, por todo lo que se sabe a estas alturas de la composición del mismo. Lo cierto es que el miedo de Duque es, a día de hoy, el miedo de la práctica totalidad de la actual clase política.