Cuando yo era un chaval, mentir era una cosa seria. Y que te llamaran mentiroso, uno de los peores insultos. Por él empezaban no pocas peleas infantiles. Fui educado en el principio del valor de la palabra. Uno debía de tener palabra, si quería ser respetado y respetable. ¿A que suena antiguo de narices? No me extrañaría que pronto borraran de los mandamientos católicos lo de "no mentirás", como borraron de su oración principal lo de perdonar las deudas (que condenaba al sistema financiero de cabo a rabo).

La verdad ya no se lleva. Y ser una persona de palabra es una expresión que caducó. Ahora te encuentras con que prestigiosos tertulianos de las televisiones dicen que "cada cual tiene su verdad" y se quedan tan anchos, sin que los contradiga nadie, como si realmente hubiesen dicho algo con un mínimo sentido. En el mundo anglosajón incluso han inventado una palabra para sustituir "mentira", de carga histórica demasiado negativa: posverdad.

El paradigma de apóstol de la posverdad es Trump, que cree lo que le conviene creer y suelta mentiras gigantescas que en verdad parece creerse a pies juntillas. En España, la posverdad la cultivan con especial pasión en el PP, desde siempre. Y trata de arrebatarles tan vergonzoso campeonato el líder de Ciudadanos, al que no paran de pillar en mentiras, manipulaciones y posverdades, como esa "del gobierno de Bildu, separatistas y populistas", que según él encabeza Pedro Sánchez.

Pero para entender lo que significa vivir en un mundo en el que reina la mentira y en el que la verdad ha dejado de tener algún significado, nada como esta última semana política en España. Una ministra del PSOE ha tenido que dimitir porque también a ella le habían regalado un Master universitario. Elogiable la rapidez de la dimisión y que nos ahorraran esas largas agonías de mentiras encadenadas con que responden siempre los pescados en estas corruptelas. Claro que esa dimisión implicaba que el país volviese la mirada al flamante presidente del PP, Pablo Casado. Sobre su master, del mismo chiringuito universitario que el de la ministra y la expresidenta Cifuentes, hay también más que sospechas. Hasta el punto de que se está investigando, con otros, en un juzgado.

O sea, la cosa es bastante más comprometedora, a priori, que lo de la ministra dimitida. La lógica indicaba que tras la dimisión de ésta, Pablo Casado iba a ser el foco de las noticias para que aclarase de una vez si de verdad hizo su master o más bien se lo regalaron. Pero aquí entra la mentira y el tiempo de la posverdad. Llevando al límite lo de que no hay mejor defensa que un buen ataque, de pronto la gran noticia/escándalo con la que nos sorprenden los medios en los días siguientes es? la tesis del presidente del gobierno. ¿Se la hicieron, tiene plagios, por qué no es pública, qué esconde?

No se ha puesto sobre la mesa un solo indicio sólido de que haya irregularidades en esa Tesis de su doctorado en Economía, más allá de opiniones sobre su calidad o insinuaciones no demostradas de que se la hicieran en todo o en parte? Pero las dudas sobre ella son las que copan los titulares de los grandes medios, mientras se hace el silencio o se informa en muy segundo plano del master prodigioso del presidente del PP, tan presuntamente regalado como el de Cifuentes o el de la ministra dimitida. Es el triunfo de la posverdad en todo su esplender. Lo real es que el presidente del PP tiene un master más que oscuro.

Lo irreal es que sea noticia la tesis del presidente del Gobierno. Este ha tenido que reaccionar dando explicaciones y haciéndola pública. Pablo Casado sigue sin mostrar sus trabajos de fin de master, del que solo conocemos las portadas. Muchísima gente estará convencida a estas alturas de que a Pedro Sánchez le regalaron su tesis de Doctor en Economía, mientras que Casado es solo una víctima inocente de sus adversarios. Triunfo absoluto de la mentira, la manipulación y la posverdad, sobre la verdad a secas.

Pero esto es lo que hay y el tiempo que vivimos. Un tiempo de mentirosos, en el que la palabra verdad va siendo despojada de cualquier significado. Mentir ya no es "pecado". Es más bien requisito imprescindible para triunfar en muchos ámbitos, en al menos un par de partidos, en muchos grandes medios y en el lodazal político que unos y otros van creando a nuestro alrededor. Atentos.