Todos pensábamos que los distintos gobiernos de España sentían un respeto imponente por y hacia las víctimas del terrorismo. De todo el terrorismo que ha sacudido España de norte a sur y, fundamentalmente, del terrorismo etarra, tan salvaje, durante tantos años. Se trataba de una sensación. Tan sólo eso. Ha tenido que llegar un Gobierno socialista, por la vía de la moción de censura, para que se cargaran el consenso habido a lo largo de los años con respecto a los presos etarras. Y eso que en el Partido Socialista hubo las suficientes bajas como para sentirse todavía dolido al cabo de los años. Hay cosas que se perdonan pero no se olvidan. El recuerdo debe mantenerse vivo, por el horror que supusieron los atentados, por la sangre derramada, por los que se fueron y por los que aquí se quedaron huérfanos de su presencia y de su cariño.

El Ministerio del Interior, del que es titular un juez en otro tiempo combativo con el terrorismo etarra, el señor Grande Marlaska, ha anunciado el acercamiento a prisiones del entorno del País Vasco a dos presos de la organización terrorista ETA. Las prisiones de destino serán Logroño y Zuera en Zaragoza. Lo del muerto al hoyo y el vivo al bollo se cumple a rajatabla. Solo que estos vivos en prisión son unos asesinos. Solo que estos vivos ni se han arrepentido ni se van a arrepentir nunca de haber causado tanto dolor. Estas y otras noticias son las que hacen pedir elecciones ¡ya! a la mayoría ciudadana.

Nunca, a pesar de las críticas vertidas hacia su Gobierno, pudimos creer que Pedro Sánchez hipotecara la dignidad de España y el dolor de los españoles por ese plato de lentejas indigesto que tiene que tragarse un día sí y otro también. Hay cosas en España que ni se compran ni se venden, como la dignidad, ni se pueden hipotecar ni siquiera por un sillón por mucho que este sea el de presidente del Gobierno de España. Porque cabe preguntarse si Sánchez, presidente de la moción, gobierna en España para el conjunto de los españoles o Gobierna desde España para separatistas vascos y catalanes. El País Vasco no tardará en hacerse presente en el ámbito secesionista. En cuanto se clarifique el devenir de la Catalonia por la que claman Puigdemont, Torra y compañía.

Uno de los dos presos. Kepa Arronategui Zurmendi (por lo menos éste debe tener todos los apellidos vascos), en prisión desde 1997, cumple una condena de 158 años, 8 meses y 20 días, por diversos asesinatos, tenencia de explosivos, daños, pertenencia a banda armada y atentado a la autoridad. Esa autoridad no fue otra que la primera autoridad de España, el Jefe del Estado, Su Majestad el Rey don Juan Carlos I, al que intentó asesinar, coincidiendo con la inauguración, en octubre de 1997, del museo Guggenheim de Bilbao. Su impresionante hoja de servicios a la causa etarra no ha impresionado a quienes están en la obligación de hacerles cumplir el castigo, lo más alejados posible de sus lugares de origen.

Esa situación ya ha tenido, gracias a los pactos de Sánchez, la solución que pedía el lendakari. Lo que no tiene solución, salvo cuando visitan el cementerio, es el acercamiento de los muertos a sus deudos. Algún día, cuando sea, la historia hará justicia a los muertos y también pondrá a Sánchez en su sitio, el que ocupan los felones que en la historia han sido. Un puesto de honor para las víctimas y de deshonor e infamia para quien ha propiciado esta situación lamentable.