En numerosas ocasiones los ciudadanos de este país acostumbramos a criticar con aspereza el trabajo de los distintos profesionales que desarrollan su trabajo en el área de los servicios públicos, unas veces con razón y otras muchas sin ella. No cabe duda que es un derecho democrático y a la vez cívico el hacerlo, aunque con frecuencia, nos confundamos de pieza en el tiro. Pero también es cierto que, a menudo esa crítica no lleva aparejada una defensa de los valores de lo público y un agradecimiento hacia aquellos que desarrollan su labor con entrega y auténtica profesionalidad.

Hace unos días que mi madre ha fallecido de cáncer en casa de mi hermana, en Toro. Y desde el minuto uno el grupo de cuidados paliativos que atiende la zona de Toro, Nuria, María José, Melda y algunas personas más cuyos nombres no recuerdo, nos inundaron y nos rodearon con su profesionalidad, con su saber hacer, con su dedicación y nos mostraron con naturalidad el camino y el objetivo: paliar el sufrimiento y evitar el dolor de la enferma. Cómo olvidar la dulzura con la que se dirigían a mi madre, las caricias, las palabras de aliento y las respuestas claras y sinceras que le daban a ella cuando ésta les preguntaba. Cuando yo les decía "qué duro me parece vuestro trabajo" ellas me respondían "sabemos siempre el final, pero nos reconforta el ayudar a recorrer ese camino". Jo, ¡qué lección de humanidad ¡, todavía me emociono al recordarlo.

Este grupo de profesionales del Sacyl, con sus visitas semanales, con sus pautados de medicación, con sus explicaciones pacientes a un ignorante como yo en cuestiones médicas, ha supuesto para mí la absoluta convicción de seguir defendiendo la existencia de una sanidad pública al servicio de todos, tan necesaria en una tierra como Zamora que ha padecido y padece la desidia y el abandono por parte de aquellos que se olvidaron de que el Oeste de la Península también existe.

Gracias a todas ellas y nuestro más sincero agradecimiento.

José Antonio Polo Francisco