"Tú también, Bruto, hijo mío" fueron las últimas palabras de Julio César al morir apuñalado en los idus de marzo del año 44 a. C. Derrotado en la posterior batalla de Filipos, su asesino, el senador Bruto se suicidó lanzándose sobre su espada. Se cernía así la muerte sobre la muerte en una historia donde se anudan la traición y la amistad. Bruto había sido un protegido de César y formaba parte de su círculo más íntimo. Al decidir matarlo en nombre de un bien mayor -la defensa de las antiguas libertades de la ciudad, que sentía amenazadas- obedecía al viejo dilema de la lealtad. ¿A quién se la debemos? ¿A los lazos familiares, a algunas personas concretas o a unos ideales abstractos? ¿Al realismo del poder político o a la nobleza de un mundo pretérito -en este caso, la República- por el que valdría la pena sacrificar la propia vida? Con este material -el honor y la amistad, la envidia y la ambición- construyó Shakespeare Julio César, una de sus tragedias más impresionantes.

La traición del amigo constituye uno de los hilos sangrientos que teje la historia de la humanidad. Caín y Abel eran hermanos, al igual que Jacob y Esaú. Absalón se levantó contra su padre, el rey David. Quizás en ningún otro episodio de la Historia resuene la traición de un amigo con la crudeza del beso de Judas. El filósofo Avishai Margalit reflexiona sobre este pasaje en un penetrante libro titulado "On betrayal". Al igual que Bruto, Judas se encuentra dividido entre varias lealtades, concretas y abstractas. Es uno de los seguidores más cercanos al profeta galileo, pero no entiende ni sus palabras ni su mensaje. O tal vez sucede lo contrario y ha asumido su trágico rol en el relato de la salvación: el Mesías debe morir para que el hombre sea redimido del mal. ¿O fue acaso -como plasma el Evangelio de san Juan- la vileza, la codicia de treinta monedas de plata por la sangre de un hombre, lo que impulsó su acción? En última instancia sobrecoge el beso del amigo en el momento preciso de la entrega: "El beso requiere proximidad -escribe Margalit-; es una señal de confianza absoluta. La traición es una violación de esa confianza probada. El relato de Judas lo describe gráficamente al convertir el beso, un gesto de buena voluntad, en otro tipo de señal, cuyo objetivo será identificar a Jesús y entregarlo a las manos del enemigo".

Tan diferentes y tan similares a la vez, la traición de Bruto y la de Judas simbolizan momentos cruciales en la historia del hombre, que se sucederán con distinta intensidad a lo largo de los siglos. Se repiten en la vida privada de los hombres en forma de pequeñas y grandes decepciones. Se repiten en la vida pública, por mor de la voluntad de poder, la ambición desatada, la envidia, la debilidad, el miedo o las dudas. La traición puede ocultarse tras el imperativo moral del mal menor o puede ofrecerse bajo la tentación de un gran ideal. La traición nos muestra las profundas grietas del hombre en contacto con las pasiones. El beso de Judas, sin embargo, permanece como un misterio insondable del mal, tan humano, tan peligrosamente humano.