El lendakari, Iñigo Urkullu, se ha retratado él solito. Ni una palabra, ni un gesto, nada hacia las víctimas del terrorismo. Tener un detalle con las víctimas es como si fuera pecado para alguna gente del Pnv. Se han ido desnortando hasta perder su propia esencia. Y si tenían algún atisbo de humanidad lo han perdido en el camino. Como Dios los cría y ellos se juntan, en un arranque de solidaridad, de caridad y piedad religiosa, Urkullu se cogió el coche oficial que tanto gusta a esta gente y enfiló rumbo a la prisión de Lledoners en Barcelona, donde se entrevistó con el ex vicepresidente de la Generalitat, Oriol Junqueras. La visita, a tenor de lo dicho por el lendakari, fue "privada, de razón, fundamentalmente, humanitaria". ¡Tócate los "bolak" que diría un vasco!

Dos consideraciones. Junqueras ha estado algún tiempo en la cárcel de Estremera. Y no hubo razón alguna que hiciera a Urkullu viajar hasta ese centro penitenciario en concreto ubicado en Madrid. La visita de carácter "estrictamente privado" se ha producido una vez que el conocido preso independentista ha sido trasladado, merced al pacto Sánchez-Torra, a una cárcel catalana. Otra consideración es la referente a la razón "humanitaria" a la que apela Urkullu. Mucha humanidad con un sedicioso y ninguna humanidad con las víctimas del terrorismo, ni vascas ni del resto de España. Ni una visita a los padres de Miguel Angel Blanco, de Ordoñez o a la familia Múgica, por citar unos cuantos vascos muertos a manos de ETA. Nunca ha habido un gesto igual o parecido por parte del poder que representa el PNV.

Tengo para mí que el PNV, con la inestimable ayuda del PSOE de Sánchez, está preparando una asonada al estilo catalán, esta vez sin ETA echando una mano, y ha ido a informarse de primera mano cómo se está en la cárcel, por si la cosa les sale mal y acaban donde tienen que acabar todos los sediciosos. En otros países, donde incluso hay democracia, los sediciosos acaban o en el paredón o en la silla eléctrica. Es un delito imperdonable menos en esta España que con Sánchez ha materializado aquella legendaria frase de "España es diferente".

Urkullu no me gusta más que Junqueras. Evito compararlo con Puigemont o Torra porque con verles la cara es suficiente. Tiene otro aspecto más serio, más formal en lo externo, pero vaya usted a saber qué alberga en su interior. No acaba de definirse y en esa indefinición está el peligro. Y como el PSOE y Podemos enredan también lo suyo, hay que esperar cualquier cosa. Si es verdad que por culpa de los pactos secretos de Sánchez las Fuerzas Armadas y los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado van a abandonar Euskadi, vayamos poniéndonos en lo peor. A Sánchez le importa un bledo. Pedro Sánchez ya es presidente del Gobierno y si algo falla siempre podrá agarrarse a la fortuna de su suegro, Sabiniano Gómez Serrano, quien fuera propietario de varias saunas gays en Madrid capital que le proporcionaron pingües beneficios. Poor cierto, una de ellas, la Sala Adán, continua abierta en la céntrica calle madrileña de San Bernardo. El día en que se tire de la manta hablando de los negocios secretos del suegrísimo, ese día la cosa puede dar un vuelco.

Hay que contemplar la visita de Urkullu a Junqueras con resquemor. No presagia nada bueno. De humanitaria ha tendido lo que yo de cura. De conspiración todo lo demás debido a la relación intensa que el lehendakari mantiene con el independentismo catalán más contumaz.