Las insistentes noticias me han llevado poderosamente a un día de los primeros años de la década de los 50 del siglo pasado. Estaba yo de ayudante de mi tío, secretario de Ayuntamiento y Juzgado en San Pedro de la Nave, y me dijo mi tío: José Luis: coge la bici y vete a Muelas. Vete al Ayuntamiento y pregunta por el secretario. Dile que están en Almendra los de la Fiscalía de Tasas y desde aquí irán para Muelas; que procure recibirlos con "todos los honores". Me puse muy contento: En lugar de estar entre los papeles rellenando impresos, iba a tener un tiempo de bicicleta y no sólo permitido, sino obedeciendo una orden. Y además para estropearle el día a los de la Fiscalía.

La Fiscalía de Tasas se metía en todo; y sus hombres se habían convertido en los enemigos "número uno" de todo el mundo, desde los agricultores hasta aquellas pobres mujeres que iban a Fuentes de Oñoro (Portugal) a comprar aceite y azúcar para revenderlos en España a muy buen precio. Si se enteraban de que iban en el tren "los de la Fiscalía", dejaban su mercancía y se trasladaban de vagón: así perdían su mercancía; pero se libraban de la multa, que superaba a su humilde ganancia con el contrabando.

En Almendra quedaban, "rindiendo todos los honores" a los señores de la Fiscalía de Tasas, mi tío, el secretario, reunido con el molinero del pueblo y dos de los agricultores que tenían trigo en la fábrica de harinas. En una reunión previa, habían estado los otros agricultores, dueños de los sacos de trigo que había en "el molino". Habían convenido en que figurarían como dueños de todos los sacos disponibles para la molturación los dos agricultores que disponían de menos dinero, puesto que las multas tendrían en cuenta los capitales, siendo las multas mínimas de dos mil pesetas; era preferible pagar cuatro mil pesetas entre los 18 a pagar entre todos 36.000 pesetas, por lo menos. Fue una inteligente maniobra para abortar la visita de aquellos señores considerados unos "ladrones" por todo el mundo. La idea del secretario fue aceptada y muy bien recibida por todos los interesados.

La reunión se celebraba en aquella fábrica de harinas en la que jugamos mucho mi amigo Antonio Pérez Martín, de cuyo fallecimiento me informaron hace muy pocos días, y yo, que lo he llorado movido, por una larga amistad de más de 70 años. Con él yo digo que "se me ha muerto un pueblo", porque es muy difícil que yo, tan longevo, vaya a Almendra. Y ése fue para mí el pueblo de grandes recuerdos, por haber vivido allí con mis tíos y primos más queridos, y con amigos, entre los que descollaban los miembros de la familia de Antonio, a la que me hubiera gustado pertenecer.

Mi viaje de aquel día fue lastimoso. Lo que yo había adelantado un tiempo feliz en bicicleta quedó convertido en flagrante chasco por el pésimo estado del camino que debía recorrer. Pudo duplicarse la distancia, porque tenía que ir de un lado al otro del camino, salvando los baches que tenía. Hasta tal punto que hoy no recuerdo cómo se desarrolló mi entrevista con el secretario del Ayuntamiento de Muelas del Pan; pero quedó grabado de por vida el mal estado del camino. Tanto fue así, que llegué a casa de mis tíos por la tarde, sin haber podido detenerme a comer en algún sitio.

Se me había olvidado; pero, por las noticias de estos días he podido comprobar que sigue igual; y lo peor de todo es que existe un gran peligro de que continúe así, porque, aunque existen personas que tienen gran interés en que se repare el camino, también existen grandes obstáculos y personajes de más altura que encuentran dificultades para que se pueda proceder a la reparación del camino. Lo que ocurre también -y eso es muy bueno, además de importante- es la inexistencia de aquel "ladrón" de casi todos, que era la Fiscalía de Tasas. Ya no tendría que recorrer en bicicleta el largo trayecto del camino desde Almendra a Muelas, en aquella amada "Tierra del Pan", donde descansa ya mi buen amigo, el amado Antonio.