Zamora necesita aprovechar todos los recursos susceptibles de crear riqueza. Impulsar su economía e incentivar el empleo son el único remedio frente al pavoroso proceso de despoblación que asuela la provincia desde hace décadas. Por eso no se puede esperar por más tiempo un maná que llegue de fuera. Porque la solución pasa por aprovechar las potencialidades endógenas y desarrollarlas. Y entre ellas se encuentra la caza, una actividad que en otras provincias, sobre todo de Castilla-La Mancha, genera incluso más actividad y riqueza que el sector agrario.

El potencial cinegético no se ha desarrollado hasta ahora seguramente porque cazadores, propietarios de terrenos e instituciones no se han dado cuenta de la importancia de este valor para el desarrollo del ámbito rural y como dinamizador de otros subsectores imprescindibles para el mantenimiento de la provincia.

Solo la caza mayor se explota mínimamente por un puñado de emprendedores que tienen que solventar cada campaña numerosos obstáculos burocráticos. La actividad, desde el punto económico, no tiene desde luego la importancia que debería tener en un territorio tan rico en este aspecto. La provincia, con poco más de 180.000 habitantes, reúne un territorio de más de un millón de hectáreas. Posee, además, una orografía muy variada, con una biodiversidad muy dispar y abundante. Es un auténtico paraíso para la venatoria, que no se aprecia y que no se cuida como debería hacerse con vistas a su explotación cinegética.

Muy difuminado debe estar ya en algún cajón el informe que hace muchos años elaboró la patronal zamorana sobre las posibilidades cinegéticas de la provincia y sus opciones de creación de riqueza. El intento de la Diputación por sacarlo adelante y habilitar varios cotos sociales en Zamora fracasó entre otros motivos por la oposición de los propios cazadores que, en muchos casos, tienen de esta actividad una visión muy endogámica.

El miércoles se abrió la media veda en la provincia y una vez más volvió a evidenciarse la anarquía que reina entre los miles de aficionados a la cinegética por la falta de compromiso de la Junta de Castilla y León. Si como se conocía de antemano no hay codornices en muchas comarcas de la comunidad autónoma, principalmente las del sur y del oeste, la propia Consejería de Medio Ambiente debería haber recomendado a los cotos que retrasaran la apertura de la campaña hasta el día 25 cuando ya se pueden abatir palomas. Otra vez ha habido dejación de funciones como ocurrió también en la veda general la temporada pasada cuando lo conveniente hubiera sido proteger con decisiones administrativas la escasez de perdices autóctonas.

En la provincia funcionan 600 cotos que trabajan sin apenas coordinación. Se ha avanzado muy poco en la creación de mancomunidades de servicios y en la aplicación de planes cinegéticos conjuntos. La atomización impide una gestión eficaz y llegar a acuerdos globales con los propietarios de terrenos que se quejan de que no cobran indemnizaciones justas por los daños causados por las especies ante la endeblez de las sociedades cinegéticas. La explotación de la caza menor es una asignatura pendiente en la provincia.

El incremento que se ha producido en los últimos años de monterías en Zamora ha evidenciado, por contra, la rentabilidad de la caza mayor. Cada año la Junta autoriza más de 600 cacerías (ganchos, monterías y batidas) más otros tantos aguardos. La media de capturas está por encima de los 4.000 jabalíes, una treintena de lobos y varios centenares de corzos y ciervos. La reintroducción de especies de caza mayor ha cuajado en las últimas décadas, lo que ofrece un enorme potencial de crecimiento de este tipo de cinegética en la provincia. En el lado negativo está el incremento de los daños en los cultivos y de la siniestralidad en las carreteras, que podría reducirse con el vallado de algunas vías, siempre respetando, eso sí, las exigencias medioambientales.

Está claro que la Junta de Castilla y León debe ir más allá de su función de administración recaudadora a través de las tasas de las licencias y de la tramitación de sanciones e implicarse mucho más en los problemas de la explotación cinegética, potenciando las mancomunidades de cotos y la creación de espacios sociales para incentivar la actividad. Sería también conveniente acometer un plan serio de repoblación, aunque siempre respetando y primando las especies autóctonas.

La provincia debe empezar a explotar la caza menor como se hace en otros lugares. Para ello es imprescindible la coordinación entre Junta, gestores de cotos, ayuntamientos y propietarios de terrenos. La Federación de Castilla y León, que no deja de crecer, puede ayudar en este cometido y poner sobre la mesa iniciativas contrastadas en otras provincias.

La caza no es solo un deporte que refleja la actividad más antigua de la humanidad, es, principalmente, un yacimiento de empleo, un negocio generador de riqueza que Zamora no puede permitirse el lujo de desaprovechar.