esta frase del Libro de los Proverbios nos sirve para recoger el profundo mensaje del capítulo 6 del Evangelio de Juan, que nos acompaña un domingo más? Vamos recorriendo el camino que va desde la pregunta que Jesús hace a Felipe: "¿dónde vamos a comprar pan para que coman todos estos?"... a las discusiones y murmuraciones de los judíos porque no entendían eso de que Jesús les diera a comer su carne.

Nosotros, como ellos, somos tantas veces imprudentes y faltos de juicio. Por eso se nos invita: "Venid a comer de mi pan y a beber del vino que he preparado, para que dejéis la inexperiencia y viváis".

Es la misma clave que Pablo recomienda a los Efesios: aprender a vivir como personas sensatas, dándonos cuenta de lo que nos conviene, de lo que el Señor quiere para nosotros, dando siempre gracias por tanto recibido.

¡Que nunca olvidemos agradecer cada día el cariño de la familia, el calor del hogar, la comida, el vestido, la formación recibida y los valores que nos hacen personas, la fe que da sentido a nuestra vida y nos sostiene en la dificultad!

Si todo esto nos nutre y fundamenta hoy, especialmente agradecemos, de nuevo, el Pan que da la vida sin fin. El cuerpo de Jesús que se nos da en cada Eucaristía. "Pan para saciar el hambre de todos. Amasado despacio, cocido en el horno de la verdad hiriente, del amor auténtico, del gesto delicado. Pan partido, multiplicado al romperse? pan vivo, cuerpo de Dios, alianza inmortal, que no falte en todas las mesas", dice una oración de José María Rodríguez Olaizola.

Jesús alimenta nuestra vida por dentro. Si le dejamos ser "carne de nuestra carne" podremos sentir cómo estamos sostenidos por su fuerza vital. La vida que Jesús nos da en la Eucaristía es la misma que Él recibe del Padre, una vida plena y sin fin, porque va más allá de nuestra muerte biológica. Por eso Jesús nos hace esta promesa: "El que come este pan vivirá para siempre".

Esta semana hemos celebrado la fiesta de la Asunción de María al cielo, el día de Nuestra Señora, como se conoce popularmente y se celebra en tantos pueblos y ciudades de nuestra geografía. Que María nos enseñe a estar en camino, como ella, para ser bendición de Dios, para llevar la alegría con nuestro saludo y nuestra presencia, para proclamar la misericordia del Señor, que hace obras grandes en nuestro favor.