Cualesquiera actividad humana está destinada a satisfacer lo más plenamente posible las carencias, necesidades, demandas y expectativas de sus destinatarios para resolverles la problemática que tengan planteada y contribuir a su mayor bienestar, cualesquiera que sea su naturaleza.

Pues, bien, hay tareas que podríamos calificar de muy sensibles por las características y medios de todo tipo especiales que requieren, como por la idiosincrasia de sus destinatarios que, más si cabe, exigen el máximo y mayor esmero, esfuerzo y comprensión, en quiénes la realizan, dado el estado delicado y, normalmente, "maltrecho" de sus "clientes", como pueden ser las personas que residen en establecimientos denominados de "la tercera edad".

Es, consecuentemente, que quiénes se dediquen a la promoción de residencias de mayores, tengan una vocación empresarial lo suficientemente sensible a la problemática que contemplan sus ocupantes; que observen escrupulosamente la normativa reguladora de tales establecimientos; que seleccionen según mérito y capacidad a los trabajadores, teniendo en cuenta, entre otros muchos factores y variables, el nivel de su preparación profesional actualizada, continua, puesta al día, como su motivación para atender adecuadamente, con dignidad y respeto a los destinatarios de sus quehaceres; lo que requiere tener en cuenta, entre otras manifestaciones, las relativas a los nuevos comportamientos, patologías, y formas de ser de la "nueva clientela" que, día a día, ingrese. Tengamos muy presente que los empleados han de prestar unos servicios muy especiales, muy rigurosos para que los residentes se vean adecuadamente atendidos; evitándoles, por ejemplo, desplazamientos y estancias en centros hospitalarios con las molestias y desorientaciones que les conllevan, cuando los tratamientos médicos que puedan requerir se les puedan facilitar en la residencia; además de molestias innecesarias a las familias.

Las instalaciones, asimismo, y tal exige la regulación legal al respecto, han de tener unas características peculiares que se adapten con confort y seguridad, a las deficiencias y minusvalías que pudieran tener quiénes en tales residencias habiten; que suelen ser de cierta complejidad y elevados costes; de lo que se deriva, por ejemplo, la necesidad de disponer de personal altamente especializado y de financiación suficiente por quiénes las emprendan.

El estar las veinticuatro horas del día y, generalmente, durante años, habitando en tales edificios, demanda, también, de quiénes los dirigen, la existencia de actividades de todo tipo que sean atractivas a quiénes los habitan, teniendo en cuenta su estado físico y mental, como la edad; lo que requiere de monitores de tiempo libre, de entretenimiento, de ocio al ser posible provechoso y creativo, etc. El personal, nuevamente, factor primordial.

La prensa, las visitas a las residencias de mayores, etc., a veces, ponen de manifiesto gravísimas carencias, negligencias, falta de atención a los mayores, etc., a pesar de los elevadísimos precios que se abonan en las privadas; lo que demanda una más y rigurosa aplicación de su ordenamiento jurídico regulador por las Administraciones Públicas con competencias en la materia, como es la Junta de Castilla y León, lo que demanda una más frecuente visita a estos establecimientos para comprobar que la normativa se cumple para bien de nuestros mayores; por cierto situación a la que llegaremos todos si nos cuidamos y el Señor nos da salud.

Marcelino de Zamora