Unos cuantos años han durado los trabajos de recuperación de la villa romana de Orpheus en Camarzana de Tera, cuyo enclave arqueológico se halla en esta localidad próxima a Benavente.

El alcalde de Camarzana de Tera, Francisco Martínez, informa muy ilusionado que este año 2018 ya ha podido abrirse al público este importante yacimiento arqueológico que fue descubierto en la segunda mitad del siglo XIX, en el que hay restos de mosaicos y otros materiales, algunos de ellos depositados en el Museo de Zamora.

Lo más importante de la villa romana se conserva en el suelo de Camarzana. Allí, a orillas de la carretera que va de Benavente a Puebla de Sanabria se encuentra la estructura de una villa romana con pavimentos de mosaicos formando primorosas figuras. Este espacio puede datarse , según los expertos, en la época tardo-romana, entre los siglos II y IV d. C.

Como es natural, disponer de este tesoro arqueológico ha supuesto importantes inversiones que han sido posibles gracias a la colaboración económica de la Junta de Castilla y León y el apoyo de los organismos competentes.

En este enclave puede identificarse un patio abierto, un pasillo y varios compartimentos habitacionales. Las figuras representadas en los mosaicos son de personas y animales, así como diversas formas geométricas. Destaca una representación del mito de Orfeo amansando a las fieras.

Orfeo es un personaje de la Mitología griega. Según los relatos, cuando tocaba su lira, los hombres se reunían para oírlo y hacer descansar sus almas. Así enamoró a la bella Eurídice y logró dormir al terrible Cerbero cuando bajó al inframundo a intentar resucitarla. Con su música, Orfeo era capaz no solo de calmar a las bestias salvajes, sino incluso de mover árboles y rocas y detener el curso de los ríos.

A pesar de su origen tracio, Orfeo se unió a la expedición de los Argonautas, en la que marcaba el ritmo de los remeros y protegió a sus compañeros de las Sirenas con su música. Estas vivían en la isla Antemoesa y cantaban hermosas canciones que atraían a los marineros hacia ellas. Entonces los devoraban. Cuando Orfeo oyó sus voces, sacó su lira e interpretó su música, que era más bella que la de ellas. Butes fue el único que no pudo resistir los cantos de las Sirenas y se lanzó al mar para nadar hacia ellas, siendo salvado por la diosa Afrodita.

Eurídice murió al ser mordida por una serpiente mientras huía de Aristeo. En las orillas del río Estrimón Orfeo se lamentaba amargamente por la pérdida de Eurídice. Consternado, Orfeo tocó canciones tan tristes y cantó tan lastimeramente que Todas las ninfas y todos los dioses lloraron y le aconsejaron que descendiera al inframundo en busca de su amada. Durante el camino en las profundidades del inframundo, Orfeo tuvo que sortear muchos peligros; empleando su música, hizo detenerse los tormentos del inframundo y llegado el momento, ablandó los corazones de Hades y Perséfone, que permitieron a Eurídice que volviera con Orfeo al mundo de los vivos, pero con la condición de que él caminase delante de ella y no mirase atrás hasta que hubiera alcanzado el mundo superior y los rayos del sol bañasen a la mujer. A pesar de sus ansias, Orfeo no volvió la cabeza en todo el trayecto ni siquiera se volvía para asegurarse de que Eurídice estuviera bien cuando pasaban junto a un demonio o corrían algún otro peligro. Orfeo y Eurídice llegaron finalmente a la superficie. Entonces, ya por la desesperación, Orfeo volvió la cabeza para ver a su amada, pero ella todavía no había sido totalmente bañada por el sol y aún tenía un pie en el camino del inframundo, así que se desvaneció en el aire, y esta vez para siempre.

Orfeo intentó regresar al inframundo, pero Caronte le negó el paso por el río Leteo. Así que Orfeo se retiró a los montes Ródope y Hemo, donde permaneció tres años evitando la unión amorosa con cualquier mujer, a pesar de que se le ofrecieron muchas ninfas. Orfeo seguía cantando y tocando la lira, lo que provocó que los árboles se conmovieran. En esos montes fue visto por las Bacantes y Tracias que se sintieron despreciadas por él. Apresaron a los animales que lo acompañaban y a él lo apedrearon, lo despedazaron y esparcieron sus miembros. Su cabeza y su lira fueron arrojadas al río Hebro, esos restos fueron a parar al mar, y, cerca de las isla de Lesbos, una serpiente quiso comerse la cabeza de Orfeo, pero Apolo la transformó el roca. Por su parte, Dioniso castigó a las Bacantes convirtiéndolas en árboles. Mientras, el alma de Orfeo encontró a la de Eurídice en el inframundo, y desde ese momento son inseparables

En la actualidad, los restos arqueológicos de la VILLA ROMANA DE ORPHEUS están a la vista del observador, después de varios años de minuciosos trabajos de recuperación por expertos.

Felicitamos al amigo Francisco Martínez por todos sus desvelos para que , por fin, ya podamos disfrutar de la contemplación de este histórico enclave.