el responsable de Spaincares, asociación de empresas de la sanidad privada, hoteles y balnearios creada hace cuatro años con el objetivo de promover la llegada de turistas que aprovechen la sanidad excelente de España, acaba de declarar que el turismo de salud es un filón sin explotar que puede generar cantidades ingentes de negocio: 200.000 visitantes con ánimos de ser tratados o intervenidos de aquí a dos años.

Aunque rechinen las neuronas al querer juntar en una misma frase salud y negocio, porque somos muchos los que creemos que curar de la mejor manera posible y ganar, además, dinero son objetivos incompatibles entre sí, lo cierto es que hemos vivido en la última decena de años una presión política desmedida para introducir el negocio en la salud. Y no sólo por lo que hace a las iniciativas de empresarios privados. Son fáciles de recordar los episodios, en especial en Levante y en Madrid, en los que los responsables de ambas autonomías emprendieron una estrategia encaminada a ¡privatizar en la mayor medida posible la sanidad pública! Los tribunales pararon aquellos manejos pero sus secuelas se siguen padeciendo, con gerencias y servicios que fueron ajustados de golpe al objetivo de bajar los costes como fuese -cosa que se traduce siempre por la pérdida de personal sanitario-.

Mientras todo eso sucedía y sucede, el cambio de Gobierno tras la moción de censura ha aireado a los cuatro vientos la recuperación de la sanidad universal. Tal propósito se suele entender como la atención a los sin papeles, cosa que, por otra parte, se venía ya haciendo como norma en los hospitales públicos de Madrid. Pero el mecanismo de sanidad para todos abre la puerta al turismo sanitario peor, el de gentes con posibles que aprovecha gratis la atención universal para ser atendido en un hospital público utilizando si hace falta el coladero de las urgencias. En teoría se supone que la factura se manda al país de origen. Sería interesante conocer las cifras oficiales acerca de cuántos euros se recuperan, si es que se recupera uno solo.

El turismo de salud al estilo de Spaincares hace saltar todas las alarmas, pero el turismo que se dedica a explotar la tolerancia y profesionalidad de los hospitales públicos aprovechándose de la situación dramática de los inmigrantes sin papeles debe ser considerado como un abuso delictivo a perseguir. Pues bien, ¿quién le pone el cascabel al gato? Las autoridades tanto políticas como sanitarias ganan votos vendiendo la atención universal y no quieren ni oír hablar de matices. Café para todos, ya vengan en patera o en yate. Pero café de diseño; el mejor del mundo, hasta que sea imposible ya que las arcas públicas lo paguen.