Amuy corta distancia de la Catedral zamorana se encuentra la histórica calle de las Infantas, lugar en el que el rey Alfonso IX erigió el palacio que sirvió de residencia a sus hijas, las infantas doña Sancha y doña Dulce, habidas del matrimonio con doña Teresa de Portugal, cuya unión fue anulada por el papa Clemente III por razones de consanguinidad.

Desavenencias con el monarca de Castilla Alfonso VIII, aconsejaron el casamiento de Alfonso de León con doña Berenguela, hija del rey de Castilla, dama que estaba dotada de virtudes tales que le valieron el título de "La Grande". Vino el matrimonio real a vivir en nuestra capital en el año 1198. Algunos años después, con ocasión de un viaje que doña Berenguela hizo desde Zamora a Salamanca, en un monte cercano a Peleas de Arriba, sintió dolores de parto y allí dio a luz a un infante que se llamó Fernando.

Fue poco duradera la dicha de los regios esposos, pues, también a causa de existir parentesco de consanguinidad, el Pontífice decretó su separación.

La muerte del rey de Castilla Alfonso VIII y el prematuro fallecimiento del heredero su hijo Enrique, hicieron recaer el cetro de Castilla en doña Berenguela que en 1217, estando en Autillo de Campos (Palencia), reclamó la presencia de su hijo el infante Don Fernando que se encontraba en Toro con su padre el rey Alfonso IX y procedió a renunciar a la corona en favor del hijo.

Descontento el esposo por aquella contrariedad, marchó en son de guerra contra su propio hijo, resolviéndose el enfrentamiento con la intervención de los obispos de las respectivas diócesis.

No obstante el aparente acuerdo entre ambos monarcas, padre e hijo, el rey dejó en testamento para sus hijas doña Sancha y doña Dulce el reino de León, con lo que ambas hermanas fueron "reinas de jure" a la muerte de su padre acaecida el 24 de septiembre de 1230 (de jure: vocablo latino que significa; "por derecho de su mujer") .

Doña Berenguela, madre de don Fernando, procuró inmediatamente entenderse con doña Teresa, madre de las Infantas, y ambas madres resolvieron el conflicto de la sucesión, acordando que don Fernando de Castilla (Fernando III El Santo) reinara también en León, señalando a cada una de sus hermanas 15.000 doblas de oro como pensión anual, lo que quedó pactado por la "Concordia de Benavente" firmada el 11 de diciembre de 1230.

El monarca vino a la ceremonia de su coronación en Toro, y las infantas, que fueron reinas de jure durante tres meses, se retiraron al monasterio cisterciense de Santa María en Villabuena del Bierzo.