La foto era impactante. La publicó este periódico en portada el pasado jueves. Cuatro buitres, aposentados sobre una cortina de piedra, observaban a otros congéneres devorando los restos de una oveja. El titular del reportaje de José Antonio García era también impactante: "Los buitres cambian de hábitos. Los ganaderos sostienen que el hambre ha convertido a las grandes necrófagas en aves de presa y apuestan porque se permita dejar animales muertos en el campo".

Los buitres están desconcertados. Yo, en su lugar, también lo estaría. Aunque plieguen mucho su largo y desnudo cuello no les entran en la cabeza las cosas que hacen los hombres ni su comportamiento supuestamente racional y basado, dicen, en leyes justas. Y, claro, a las pobres aves les ha dado por reflexionar, por elucubrar sobre su presente y futuro. Si uno se esfuerza en dominar su lenguaje, es probable que comprenda sus pensamientos. Esto que sigue es (traducción propia y versión libre) lo que le oí ayer a un buitre sensato ya entrado en años que le explicaba a su bandada, tras hacer la digestión, las quejas y aspiraciones de los especímenes que pueblan los roquedales sayagueses y los cortados que se asoman al Duero y al Tormes. Decía, más o menos, así:

"A los humanos no hay quien los entienda, y mira que llevo años cerca de ellos y que he sobrevivido a más un atentado. Y digo que no hay quien los entienda porque nos califican de especie protegida, afirman que nos cuidan y, sin embargo, nos matan de hambre mientras vemos que se llevan en camiones nuestra posible comida sin otro destino que tirarla por ahí. ¿No la podrían dejar aquí como antaño, cuando vivíamos a nuestro pobre albedrío sin estar sometidos a las reglas del Parque Natural, la Reserva de la Biosfera y demás? Porque esa es otra: antes si se moría una mula, un caballo, un burro, una vaca o una oveja en el campo, nosotros nos encargábamos de despacharla y santas pascuas; en unos minutos quedaban los huesos mondos y lirondos, como la cabeza del Matamoros ese que anda voceando por las teles; pero ahora no, ahora hay que hacer papeles para todo y esperar días y días a que te den permiso hasta para hacer de vientre bajo una encina; al menos eso es lo que le oigo decir a los ganaderos, que están hartos de echar viajes a Bermillo, a Zamora y hasta a Valladolid para mover una piedra, podar un árbol, quitar zarzas de una linde o escardar cebollinos. A los buitres, todavía no nos reclaman papeles ni autorizaciones para nada, pero me temo que todo se andará y que tendremos que coger un abogado o ir a una gestoría para que nos solucione lo de comer cadáveres por el campo y para poder volar por ciertas zonas".

"La verdad es que uno se le ponen las plumas de punta y como escarpias al enterarse de que, además, los pobres ganaderos tienen que pagar un pastón en seguros, gastos de recogida de cadáveres, transporte etcétera cuando nosotros se lo podemos hacer gratis y sin molestar, como hemos hecho toda la vida. Y no es tan difícil, no; se muere una vaca, comprueba el veterinario que no hay peligro de infección ni daño para nadie, la abandonan en el campo y nosotros nos encargamos del resto?y de los restos. Sin embargo, se la llevan, la destruyen y nosotros los buitres, esos que dicen proteger, pasando más hambre que un gato subido tres días a un parvón. Así que los más jóvenes, los mozos y los recién casados, se alborotan, pierden la paciencia y atacan a los corderos y chotos recién nacidos y a sus madres. Yo les digo que por ahí no vamos a ninguna parte, que si se cabrea el hombre nos pega un par de tiros, pero ellos no me hacen caso, dicen que llevamos años esperando una solución pacífica pero que no llega, como ocurre con la despoblación; así que ya actúan a la tremenda".

"Y sí, es que el hombre se porta poco bien con nosotros. Le limpiamos de carroña el campo, hacemos de basureros sin cobrar, evitamos malos olores y enfermedades y a cambio ¿qué?: hambre y persecuciones. Y encima tenemos mala fama, incluso en el lenguaje. A esos grupos que se dedican a especular y a aprovecharse de la gente los denominan fondos buitre. Ya ven qué injusticia. Y a un ser humano que ataca o maneja a los débiles para sacarles hasta la hijuela lo llaman buitre. ¡Un respeto, oiga, un respeto!".

"Así que a ver si solventan, y bien, lo nuestro y nos quedamos todos tranquilos. Los buitres comemos y limpiamos el campo; los ganaderos pagan menos y los funcionarios de la Administración no pierden tanto tiempo en papeleos, permisos y controles absurdos. De lo contrario, si las cosas siguen así, los problemas se agravarán porque, como dijo aquel torero famoso, "más cornadas da el hambre".

Ese fue su discurso. Ya no oí más. El Buitre levantó el vuelo y se fue a ver si lo invitaban a un aperitivo porque ya tenía cosquillas en el estómago y no quería causar perjuicios a ningún ganadero.