Es verdad que el mes pasado no nos dio mucha alegría nuestra selección española en el mundial de fútbol; desgraciadamente como cada año. Pero es a otra "selección" distinta a la que hoy quiero rendir homenaje agradecido. Se trata de un enorme "equipo femenino" que, sumando a sus jugadoras repartidas por toda la geografía española, hacen de este país la primera potencia mundial, por goleada y desde hace siglos. Me estoy refiriendo a los cerca de 900 monasterios de contemplativas.

Precisamente ayer celebrábamos en toda la Iglesia la fiesta de Sta. Clara de Asís. Solo esta "entrenadora" tan excepcional, como primera fundadora y autora de una regla, dejó en la Iglesia una Orden que actualmente cuenta con una "plantilla" que supera 16.000 "jugadoras" en los cinco "campos" del mundo. Siete de sus monasterios están en nuestra pequeña Diócesis (Zamora, Benavente, Toro, Villalpando y Villalobos), junto a otros siete de otras órdenes. Unas y otras unidas a más de 3.500 monasterios femeninos repartidos por todo el planeta. Una invisible pero poderosísima "red" espiritual a escala mundial que está siendo como "ciudad" puesta en lo alto de un monte o como "lámpara" sobre el candelero. El testimonio profético de todas estas vidas entregadas nos recuerda la meta hacia la que nos dirigimos quienes formamos la humanidad peregrina, demasiado a menudo desorientada, sin rumbo, herida por la guerra, el hambre y la marginación. Estos "oasis de la contemplación" nos recuerdan la necesidad que tenemos de concentrarnos en Dios y en el Evangelio durante la urgente misión de transformar la sociedad.

Volviendo a la Santa de Asís hay que reconocer que su liderazgo ha quedado reducido a un segundo plano por varias razones: la figura sobresaliente de San Francisco (a quien ella reconoce como padre, "fundador y plantador" de su Orden); la discreción y humildad de la propia Santa italiana; y también, por qué no decirlo, esa otra prudencia inútil de los historiadores que nunca podrán ocultar que realmente nos encontramos ante una de las mujeres más grandes de la historia. Con ocasión del octavo centenario de su nacimiento, los ministros generales de la familia franciscana la describían con estas precisas palabras en su carta "Clara de Asís, mujer nueva": "De personalidad fuerte, valerosa, creativa, fascinante, dotada de extraordinaria afectividad humana y materna, abierta a todo amor bueno y bello, tanto hacia Dios como hacia los hombres y hacia las demás criaturas. Persona madura, sensible a todo valor humano y divino, que está dispuesta a conquistarlo a cualquier precio" (nº 5).