Espeluznantes, totalmente espeluznantes, los vídeos rescatados y las conversaciones mantenidas por los responsables de los atentados del 17-A. Los yihadistas grabaron todo el proceso de la fabricación de los explosivos utilizados y las proclamas que demuestran que la comisión de los atentados estaba motivada por su militancia ideológica en "el salafismo combatiente". Y es que de estos salafistas combatientes sí se puede decir que hay decena de miles repartidos por todo el mundo, aguardando su oportunidad, como ellos mismos reconocen, de "hacer mucho daño".

Buscan los lugares más poblados, más frecuentados, si hay niños mejor, tienen una especial fijación con los locales gays a los que odian a muerte. Y mientras construían sus mortíferas bombas se ve cómo se ríen a mandíbula batiente, celebrando las muertes que iban a provocar y hasta enorgulleciéndose de lo bien que le sentaba a uno de ellos el cinturón explosivo. Siendo terribles las imágenes que ponen de manifiesto lo poco que les importan las vidas ajenas y las suyas propias, ellos son en realidad auténticas armas letales, mantenían conversaciones espeluznantes en las que intercalaban el uso del árabe con el del español y el del catalán.

No podemos olvidar que sus actos terroristas en Barcelona y Cambrils se cobraron la vida de 16 personas. No van en broma. Además, se jactan de que "con vuestro dinero, nos preparamos para mataros". No sé si nuestro dinero, los euros, lo han conseguido trabajando honradamente, robando o gracias a esas subvenciones que algunas instituciones conceden a lo loco, sin antes investigar el origen del destinatario. Me comenta un amigo catalán, con más de ocho apellidos catalanes, que en toda Cataluña y más concretamente en Barcelona "estamos a su merced". "Ellos están cambiando la fisonomía de Barcelona, nuestras costumbres e incluso nuestras tradiciones. Nos están invadiendo y las autoridades catalanas no hacen nada por impedirlo".

Mientras Torra, Puchimon y compañía se empeñan en la independencia y permiten construir mezquitas por doquier, los yihadistas van asentándose paulatinamente en la Ciudad Condal, la preferida por todos ellos, pero también en cualquiera de las otras provincias que forman Cataluña. El independentismo los mima y los incorpora a sus estructuras políticas. Que se vayan de Cataluña las Fuerzas Armadas a las que Ada Colau no puede ver ni en fotografía y que vengan nuestros hermanos musulmanes, luego, cuando los salafistas atentan, y matan, y provocan destrucción, basta con echarle la culpa al Estado español y al Gobierno de turno. Esto es así. Esto te lo cuentan muchos catalanes que están abandonando sus pueblos y ciudades porque entre las muchas cosas elementales que fallan, está la seguridad, su seguridad.

Para los yihadistas, para los asesinos a sueldo, para las mafias procedentes de otras latitudes, la vida ajena no vale un euro. Matar por encargo o por fanatismo puro y duro, nunca ha sido tan sencillo como hasta ahora. Encima, para matar emplean nuestro dinero, no sé si de forma particular o de la otra colectiva que supone el dinero público de las ayudas. Ya sería el colmo. Y cuando escribo lo que escribo, no estoy metiendo a toda la media luna en el mismo saco, sí estoy pidiendo que se preste más atención al devenir de algunos ciudadanos árabes, cosa que Policía Nacional y Guardia Civil hacen muy bien, a pesar del gobierno socialista, pero no así los Mossos d'Esquadra.