Cuentan que en un pueblo de Navarra el cura estaba echando un sermón tremebundo sobre el infierno. Llevaba más de diez minutos explicando con todo lujo de detalles las horribles y dolorosas penas que sufrían los condenados: fuego, golpes, torturas, heridas, arrancamiento de miembros, sangre por doquier?Y así durante toda la eternidad. ¿Sabéis lo que es la eternidad?, preguntaba amenazando. Y los feligreses, mudos, recluidos en aquel ambiente lóbrego, no se atrevían ni a levantar la cabeza; ya se veían hirviendo en las calderas de Pedro Botero mientras Satanás les ensartaba en un tenedor gigantesco, Belcebú les roía los higadillos y una legión de diablillos menores les daba patadas en las partes pudendas. Con el sacerdote cargando las tintas, todo era llanto y contrición hasta que un hombre, harto y cabreado, se levantó del banco y tronó:

-Oiga, don Jerásimo, si hay que ir al infierno, se va, pero mientras tanto no nos acojone, eh, no nos acojone.

Me he acordado de esta anécdota (no sé si real o inventada) ante el bombardeo de noticias y avisos alarmantes sobre la ola de calor del siglo que nos invade estos días. Qué digo del siglo, del milenio e, incluso, de toda la historia de la Humanidad incluido el hombre de Atapuerca. Es decir, la ola de calor del siglo de todos los años. En 2019 habrá un fenómeno similar, también del siglo, en el 2020, otro y así sucesivamente, al igual que los hubo en el 2017, en el 2016 y más atrás. Lo que pasa es que va todo tan deprisa que ya ni nos acordamos. Solo recordamos las continuas advertencias que nos llegan desde los medios de comunicación, las autoridades, las instituciones y hasta los vecinos de calle y los compañeros de partida:

-Señor Florisardo, que viene una ola de calor sahariano muy peligrosa; alcanzaremos los 40 grados o más.

-¿De dónde dice usted que viene, señor Ansovino?

-Del Sahara; de la parte de África que antaño fue nuestra.

-¿Y de dónde venían las calores cuando teníamos que trillar a las tres de la tarde y recoger la parva en plena canícula?

-Del mismo sitio, pero como no nos avisaban, parecían otra cosa, lo normal en verano.

Claro. Lo normal en verano, a finales de julio y primeros de agosto, es que haga calor, mucho calor. Y lo normal en invierno es que, en estas latitudes extremas, haga frío, mucho frío. Pues, parece que no. Si se divisa el calor, lo convertimos en ola sahariana. Y si se presienten temperaturas bajas, hablamos de frío polar o siberiano y ya empezamos a tiritar. Habrá que inventar algo para primavera y otoño y así igualar a todas las estaciones para que unas no tengan envidia de las otras y se consideren discriminadas en el lenguaje y en la percepción del personal. Por ejemplo: en marzo hará un cambio de tiempo muy propio de la Grecia helénica y en octubre llegará un frente entre nuboso y escaldador teutónico, muy de la Selva Negra.

-Me voy para casa, que dicen en la tele que nos invaden cirros, estratos, cúmulos y nimbos de la Selva Negra y eso tiene que ser la leche, dice don Engelberto, precavido él.

-Pues yo me meteré en la bodega, que está bajo tierra y hay menos peligro, replica el tío Tempranillo, astuto y socarrón.

No se rían. Llegará un día en que sucederán estas cosas y nos acojonarán por cualquier nimiedad. El caso es tenernos asustados, como si alguien quisiera convencernos de que no somos nadie y de que necesitamos protección y amparo hasta para ponernos un sombrero en estío y una pelliza en diciembre.

Es muy de agradecer que las autoridades velen por nosotros y nuestra salud y nos informen de las olas que llegan cada año, pero, hombre, aquí toda la vida ha habido episodios de casi 40 grados y de diez bajo cero y la gente no andaba acojonada antes de tiempo, lo veía como habitual. Claro que entonces no había termómetros digitales ni tele ni radio a todas horas.

Termino con otra anécdota. En un pueblo zamorano, vivía un hombre remolón para madrugar, un tanto vago. La mujer le gritaba: "Pancracio, levanta, que viene el alba. Y así varias veces hasta que el hombre, enfadado, contestó: "Joder, el alba, el alba, ni que fuera un toro bravo"". Cambien toro bravo por ola de calor.

Pues, eso.