Cuando el independentismo catalán acosa a los que no piensan como ellos, a los que no son como ellos, a los jueces, a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, a las Fuerzas Armadas y a Su Majestad el Rey don Felipe, cosa que hacen de palabra y de obra, ponen de manifiesto su sectarismo, su violento jaez, su intolerancia, su falta de tacto, su tumultuaria forma de actuar, y la ralea que en realidad tienen. Cuando el independentismo catalán acosa, lo hace a conciencia.

Esa gentuza, no merecen otro nombre, la tiene tomada con el juez Llarena y su esposa. Los episodios contra ambos se suceden en el tiempo. Después de la guarrada de aquella twitera de Reus, denunciada por la Fiscalía Superior de Cataluña, señalando la identidad y el lugar de residencia de la mujer del juez del Tribunal Supremo, estos fantoches que se amparan en la estelada, en manada, porque solos son auténticos "caganers" han vuelto a acosar al magistrado del TS que instruye la causa contra el golpe catalán y que cuenta con el apoyo, la admiración y el afecto de millones de españoles entre los que me encuentro.

Esta vez el escrache se produjo en un restaurante de la localidad de Palafrugell, en Gerona, donde reside habitualmente la familia Llarena. Un grupo de una veintena de independentistas, fueron alertados de su presencia y acudieron prestos al lugar para acosarle, increparle e insultarle. Ya sabemos que se dirigen al juez por el cariñoso apelativo de "hijo de puta", cuando en realidad los verdaderos hijos de tal son esos valientes de lazo amarillo prendido que, ya digo, en solitario se cagan la pata abajo, pero cuando se reúnen en manada se envalentonan.

No he oído en mi vida más barbaridades que las que salen por la catalana boca de estos mal nacidos cuando se refieren a los componentes de su lista negra en la que el juez Llarena y su esposa ocupan los primeros puestos. Si esas barbaridades se dicen en Madrid, dedicadas al energúmeno de Tardá, Xavier Doménech, Sonia Farré, Lidia Guinart, Gabriel Rufián o Jordi Salvador, se habría pedido de inmediato pena de cárcel con posibilidad de solicitar la prisión permanente revisable contra la que ellos mismos despotrican. Pero como sucede a la inversa, los insultos, los acosos, las barbaridades quedan impunes.

Por eso me reconforta saber que la siempre eficaz Policía Nacional ha detenido a uno de los participantes en el escrache. Y aunque desgraciadamente quede en libertad, me alegra saber que ha debido pasar por el sofocón del interrogatorio en dependencias de la Policía Nacional, no de los Mossos, si no de los únicos agentes a los que reconozco, la Policía Nacional. Hay que parar esos comportamientos. Los bestias llegaron incluso a golpear los coches del juez Llarena y de los escoltas que se ve obligado a llevar cuando pisa suelo catalán.

Los jueces españoles tienen que endurecer sus posturas con el independentismo catalán y muy particularmente con los sediciosos. Está gente mantiene la hoja de ruta que llevó a Puigdemont a la huida cobarde que le mantiene en Bélgica donde dicen que se está haciendo un hueco entre los independentistas del lugar. Como las Fuerzas del Orden y la Justicia belga no tomen pronto cartas en el asunto, ese imbécil acaba dividiendo Bélgica y reservándose una porción del país para su particular república Barataria.