Por mar y por tierra, España se ha convertido en un coladero donde todo el mundo cabe. Reconocer lo que tantos reconocen ahora se le llama xenofobia. Yo diría que se trata más bien de prudencia, de coherencia, de todo aquello de lo que carece el buenismo nacional. Hay que ser muy cuidadosos, sobre todo con la generosidad pública y la generosidad de los demás. Desde el asunto del Aquarius que el Gobierno publicitó a bombo y platillo para mostrar y demostrar, sobre todo a Europa, que España, más que la leche, es la releche, nuestro país no ha dejado de recibir una inmigración masiva, y en algunos casos violenta, que ha colapsado los centros de acogida, las ciudades de llegada y todo lo susceptible de ser colapsado.

Tras mucho piarla por parte de todo el cuerpo ministerial, la realidad se ha impuesto duramente y esta España abierta y generosa se ha visto en la obligación de pedir árnica a sus comunes europeos. Pedro Sánchez se ha visto obligado a dirigir una carta a Jean Claude Juncker pidiendo una ayuda de emergencia adicional frente a la creciente llegada de inmigrantes a través del Mediterráneo. Que forma más sutil de dejar con el culo al aire a Grande Marlaska, ministro patrio de Interior, quien en Algeciras aseguró que de colapso nada de nada, que todo son exageraciones de la prensa y de la derecha.

Parece ser que la cosa es peor de lo que unos y otros comentan en cuanto les ponen una alcachofa delante de sus ministeriales o presidenciales boquitas. Obviamente el Ejecutivo comunitario está al corriente de la situación. En algunos casos se nos ha advertido desde distintos países europeos, libres de ser tachados de xenófobos, que estamos ante una invasión en toda regla. Pero, ande, dígaselo usted a los buenistas. Nos despellejan a los que damos pábulo a esa cuestión por mucho que nos avalen las investigaciones de distintos servicios de inteligencia europeos.

No me cabe la menor duda que la Europa común ayudará económicamente a España en esta difícil tesitura. Pero, así y todo, Juncker, presidente de la Comisión europea ha advertido al Gobierno de España que los recursos disponibles son "limitados" y que son los Estados de la UE los que deben aumentar sus contribuciones. Por supuesto que se desbloqueará una cantidad importante para hacer frente a estos importantes flujos migratorios que ahora se nos vienen en bloque a España, pero la realidad es la que manda y los recursos, como reconoce el presidente de la UE, son limitados. Y cuando no haya ni allí ni aquí para hacer frente al problemón, somos muchos los que quisiéramos saber si el Ejecutivo de la moción tiene un plan para salir airoso del asunto.

Al Gobierno de la moción le cuesta mucho ajustarse a las expectativas reales y se va a dar de bruces con la realidad. España es lo que es y no da más de sí. Atender a los de dentro, que no son pocos, y también a los de fuera que, al paso que va la burra, pueden acabar siendo más, es inviable. La realidad, tremenda realidad pasa, transcurrido un tiempo, por esos episodios de violencia desmedida que se están registrando en tantos países de acogida. Episodios que pasan por actuaciones vandálicas, palizas, enfrentamientos con la Policía y violaciones de las que apenas se da cuenta pero que permanecen registradas en las denuncias policiales.

La UE ha dado el primer aviso a España. Soltará pasta, estos la gastarán y no habrá más opciones que la de escuchar aquello de "ya te lo advertí".