El pasado 26 de julio, unido a la celebración de San Joaquín y Santa Ana, padres de la Virgen María y por tanto abuelos de Jesús, se celebraba el día de los abuelos. Soy poco partidario de los "días de?" porque creo que su día son todos los días, y a veces se convierte en algo más comercial o publicitario que otra cosa. También es cierto que tenemos que ver el lado positivo de estos escenarios y nos puede ayudar a traer a nuestra mente, nuestro recuerdo, agradecimiento? a estas personas que forman parte indispensable de la familia y de la vida de todos. Porque, pensemos bien: ¿quién no tiene los mejores recuerdos de su infancia -y quizá de su vida- ligados a sus abuelos? Dice el refranero que "quien no conoce abuela no conoce cosa buena" y es que es muy cierto. Pensemos en esas personas de pelo blanco y corazón entregado que, después de dedicar su vida a sus hijos, las dedican a hacer felices a sus nietos. Yo no puedo olvidar de cómo iba de la mano de mi abuela a ver a la Virgen de Fátima en Santiago del Burgo, o tantas romerías a La Hiniesta de la mano de mi abuelo. O cuando ir a dormir a casa de mi abuela se convertía en la mayor de las fiestas. O, cómo no, cuando iba con mi otro abuelo a pasear cada domingo a Valorio y le preparaba multitud de travesuras.

No podemos dejar de lado la gran importancia que los abuelos tienen en la familia, en la sociedad y en la transmisión de la fe, enseñando a balbucear las primeras oraciones, viéndolos rezar, enseñándonos quién es este Jesús o llevándonos de su mano a ver las primeras procesiones. Os invito, y yo lo hago desde aquí, a tener un gran agradecimiento a los abuelos por tanto como nos dan, por vivir para sus hijos y nietos, por ocultar sus canas y sus arrugas en una gran vitalidad que se hace tan necesaria en nuestro tiempo, por ser garantes de la memoria, de la tradición, de nuestras raíces? por enseñarnos de dónde venimos y qué es lo verdaderamente importante. Agradezcámoselo de verdad, con palabras y obras. Respetemos a estos ancianos que han vivido de todo y para todos. Démosles el papel que se merecen en nuestra sociedad y no los olvidemos, abandonemos o dejemos de lado, tirados al borde del camino, descartados, por usar palabras del papa Francisco. Tenemos tanto que aprender de ellos? Y ellos seguro que están dispuestos a darnos su mano para unir pasado y presente y juntos construir un futuro mejor. Y vosotros, abuelos, los que leáis estas líneas, no dejéis de enseñarnos, de amar, de vivir por y para vuestras familias. Os necesitamos con nosotros. Gracias por vuestras vidas y que san Joaquín y santa Ana intercedan por vosotros, ¡benditos abuelos!