Una de las primeras ideas de política que recuerdo haber aprendido, en la escuela, era aquella definición de que "es el arte de lo posible". Lo cual, tantas décadas después, sigue pareciéndome válida, aunque solo en cierto sentido. Naturalmente, por mucho que uno quiera, a la hora de la verdad se hace lo que se puede. No cabe otra. Y en ese sentido la definición conserva su validez. Pero hay otro sentido más tramposo, muy conservador, abiertamente reaccionario: solo hay una forma de hacer política y nadie por tanto puede apartarse del sendero de lo único posible que es también lo único sensato. Este segundo sentido, que conduce al inmovilismo y vacía de contenido la política, ha llegado en nuestra época a su máxima expresión. El gran triunfo de la ideología ultraliberal (también llamada "neocon", por neoconservadora) es que nos ha convencido de que solo se puede hacer una política -la suya-, que no hay más que una economía sensata -la suya- y que caeremos en la ruina colectiva si se pretenden hacer políticas redistributivas, de justicia social y de protección del mundo que habitamos.

Lo que sucede es justo lo opuesto. La ausencia de políticas redistributivas, de justicia social y de protección del mundo que habitamos nos está llevando a la ruina colectiva, al empobrecimiento de masas de población cada vez mas amplias y a la destrucción acelerada de la casa común que es el mundo. Pero decir esto no está de moda, es ser un agorero o una peligrosa mezcla de bolivariano, populista y radical de izquierdas, signifique lo que signifique cada una de estas etiquetas que reparten alegremente los ultraliberales y sus poderosos asalariados. Pelear por esas ideas, que representan el verdadero sentido común y la sensatez propiamente dicha, es, para la ideología dominante, pedir peras al olmo o ser un suicida, puesto que nada de ello es posible. Eso dicen y con un enorme éxito, puesto que se lo creen a pies juntillas millones de personas a las que no paran de arruinar precisamente esas políticas. Esos millones de personas se lo creen a su vez porque no es algo que solo defiendan y pregonen los partidos conservadores y defensores furibundos de los ricos. Que va. Ese es el drama. Si ideas tan extremistas y perjudiciales se han impuesto es porque también las aceptan partidos que nacieron para defender a los de abajo, que se dicen de izquierdas, pero que asumieron hace tiempo que la política "es el arte de lo que los ultraliberales llaman posible".

¿A qué creen, si no, que obedecen la crisis y progresivo debilitamiento de los viejos partidos socialista o socialdemócratas de toda Europa y del mundo en general? Su drama es que en origen y en sus proclamas ofrecen horizontes que traicionan en cuanto forman parte de un Gobierno, porque se someten a los dogmas ultraliberales y creen que solo hay una política posible, que es idéntica a la de los gobiernos más conservadores. Hemos llegado a un tiempo enloquecido en el que toca redefinir la política como "el arte de lo imposible", al menos si queremos que siga existiendo la política o que esta palabra tenga algún sentido. Pues el punto flaco del ultraliberalismo es que al negar toda posibilidad de acción diferente a la que conviene a las grandes fortunas internacionales, vacía de contenido la democracia. ¿Para qué vamos, en efecto, a molestarnos en optar por A, por B o por C, si al fin y al cabo todos van a tener que hacer lo mismo, por las mismas vías y sin permitirse un solo cambio?

Precisamente porque la ideología dominante asegura que cualquier cambio o innovación, que se aparte de su credo, es imposible, nació un partido con el nombre de Podemos. Claro que es posible hacer otra política, desde el altruismo, la generosidad, la honestidad, la transparencia, la fraternidad y el bienestar compartido. Claro que la economía se pueden formular desde parámetros diferentes que den como resultado, no el enriquecimiento acelerado y obsceno de unos pocos, sino un reparto de la riqueza general equilibrado, sostenible y beneficioso para todos. Claro que es posible cambiar las reglas del juego, para que podamos jugar todos y no solo los dueños del balón y del estadio. O por decirlo de otro modo, claro que la política sigue siendo el arte de lo posible. Pero hay que arrebatarles la definición de lo posible. No es tan reducida como nos quieren hacer creer. Ni mucho menos. Verán muy pronto, si obtenemos apoyo suficiente, cómo se hacen cosas "imposibles" desde la más absoluta sensatez.

(*) Secretario de Organización de Podemos Castilla y León