Conviene que desde el principio distingamos los diferentes planos de actuación política y social en la que nos encontramos, tanto en España como en Europa. Por ejemplo cuando hablamos del llamado problema catalán y en relación a quienes representan y aspiran al llamado proceso de independencia, estamos refiriéndonos a un sector de la población cuyas aspiraciones de ruptura con España las representa el President del Govern, con el consiguiente olvido de la mayoría de los catalanes que no están de acuerdo. Por el contrario el presidente del Gobierno de España representa a todos los catalanes, con independencia de cuales sean sus legítimas aspiraciones. Pedro Sánchez, no abandona, por lo que la legitimidad en el comportamiento no puede ser juzgado con el mismo rasero, tanto en Cataluña, como en el resto de España.

El intento del rupturismo catalán que ha venido amenazando, junto al "Brexit", ha hecho impopular el nacionalismo en Europa, hasta el punto de que la Unión Europea ha endurecido su oposición, porque además de insolidario, como todos los populismos, amenazan el proyecto europeo.

Estoy de acuerdo con Martin Schulz, expresidente del Parlamento Europeo y diputado socialdemócrata alemán, cuando defiende una contrarrevolución progresista para hacer frente al nacionalismo y el populismo, que en su opinión campan por Europa: "Necesitamos un levantamiento de la decencia. Es hora de una movilización de un verdadero movimiento proeuropeo de izquierdas". Y avisa que los pilares que impulsaron y construyeron la Unión Europea-la solidaridad, el respeto y la dignidad- están o pueden estar en peligro.

Contrario a todos estos argumentos, es la incitación populista contra las minorías, como hemos podido ver en Italia, con la decisión de su ministro del Interior pretendiendo registrar a los gitanos, lo cual significaría, una vez más, la destrucción de la democracia

Estamos obligados a aprender, como una lección de la historia, que ni el nacionalismo ni el populismo, tanto de la derecha como de la extrema izquierda, nunca tuvieron un final feliz. Eso sí, sabemos que terminaron en desastres y tragedias. Este nuevo intento que se trata de organizar en algunos países de Europa, son, como mínimo indecentes y cobardes cuando atacan a las minorías. Por lo que sin reservas hay que denunciar a Mélchon en Francia. También los populismos de la derecha como Orba, Kurz, Strache, o Salvini. Todos ellos y lo que representan están decididos a liquidar la Unión Europea.

Por todo ello, es necesario una rebelión de la dignidad. Es el momento de impulsar a la sociedad en su conjunto, a los grupos sociales, también los económicos democráticos y sobre todo a los jóvenes.

Por lo tanto, la izquierda de Gobierno hay que reconstruirla, recuperando la acción colectiva. Más allá de manejar exclusivamente sobre las opiniones públicas nacionales. Se necesita una nueva administración pública europea, aunque nos seguimos manteniendo como prioritario las urgencias nacionales, que en muchos casos dificultan el despliegue de una estrategia europea y ello obstaculiza aplicar nuevas políticas alternativas.

Los partidos socialistas no pueden caer en la introspección que solo conduce a la obstinación y a la melancolía. Como ejemplo contrario, ya podemos constatar como los socialistas portugueses han sido capaces de abrir espacios de maniobra al Gobierno, como lo está abriendo el nuevo Gobierno del Presidente Pedro Sánchez, porque España y la Unión necesita de la izquierda, para seguir blandiendo los valores europeos de decencia política.