Si la etología, o sea, el estudio de los comportamientos humanos y animales, no interesa mucho a los científicos, quizá se deba a que nos deja demasiado al descubierto. Por ejemplo, el asunto de los campos de cruces en las playas y plazas de Catalunya: sabemos qué se quiere significar, pero debería analizarse el por qué de esa simbólica, que remite en directo a una masa de muertos. Si fuera un intento deliberado de dramatizar la causa independentista sería una manipulación tan eficaz como canalla. Pero si fuera una efusión espontánea en las conciencias (aunque el marketing la moldease) sería peor: para el independentismo, porque supondría una representación plástica (una instalación) del genio victimista que lo anima; para todos, porque esa evocación e invocación de la muerte nunca se sabe en qué puede acabar. ¡Un etólogo, por favor, cuando antes, para un exorcismo en nombre de la ciencia!