Y a he contado aquí el remordimiento que me acompaña por los libros que he tenido que abandonar en bibliotecas públicas o en públicos contenedores de papel, por falta de espacio en mi casa. Antes de estos actos de desgarro sentimental, por alejar de mi presencia a los amigos de papel que tanto tiempo me acompañaron, fui repartiendo por casas familiares lotes que no quería deshacerme de ellos, aunque no los tuviera a la vista. Me encuentro en la casa de la aldea donde traje algunos, hace tiempo, por eso de no atreverme a repudiarlos del todo. Una casa fría e inhóspita, excepto en el verano; sin televisión, lo cual no es un demérito porque entretenimiento no nos falta. En una estantería resisten el frío y la humedad. De momento, los ratones no se atreven con ellos. No sé si agradecen que no les haya despedido o que son títulos tan poderosos que polilla y roedores les guardan respeto. Así que merecen que nombre ante ustedes los hijos de Gutemberg con piel de héroes: "El Decamerón" , de Boccaccio. "Biografía de Bethoven", "Archipiélago Gulag", de A. Solzhenitsyn. "Artículos", de Larra. "Florido Mayo", de Alfonso Groso. "República Literaria", de Saavedra Fajardo. "Los verdes de Mayo hasta el mar", de Luis Goytisolo. "Mil ochenta recetas de cocina" de Simone Ortega. "Los hititas". "Dos años de vacaciones, de Julio Verne". Y varios títulos más que juegan al escondite..

También me llevo de vacaciones nuevos libros porque el gusto de leer es un apetito constante, y como tal me gustan sabores nuevos, aunque, como decía el citado Saavedra Fajardo, escritor y diplomático español del siglo XVII : "Todos procuran sacar a la luz lo que estuviera mejor en la oscuridad, porque, como hay pocos que obren lo que merezca ser escrito, así hay pocos que escriban lo que merezca ser leído". Así pues, releo algunos títulos que arriba nombré, con el mismo gusto que me baño en playa y río repetidos. Sin embargo, algún libro, tal que Archipiélago Gulag, me crea un problema de conciencia; he tenido que leerlo a trozos por no resistir la secuencia interminable de torturas que, por terribles y crudelísimas, me producen luego pesadillas nocturnas. Me creo esas atrocidades, porque no son literatura de ficción, aunque buena parte de la izquierda europea las tomó por tal, cuando se publicó el libro, por no cuestionarse su inmovilismo crítico respecto a los crímenes de Stalin; otra parte, a raíz de la lectura de semejante documento espeluznante, empezó a retirarse la venda de los ojos respecto al comunismo soviético. Títulos tengo, como ven, que surte una suculenta y variada despensa vacacional. Nada de nueva cocina literaria, sino añejas viandas, aunque apetitosas, con algún plato contundente como el que andamos comentando. Miro y saltan a la vista: "La cabeza de la hidra", de Carlos Fuentes o "La chica del tambor" de Jhon Le Carré. Sigo mirando el estante de títulos salvados y veo que se emparedan para digerir mejor unos con otros: "El diario de un emigrante", de Delibes, "Ilustrísima", de Carlos Casares, "Diálogos de rebotica", de Álvaro Cunqueiro. Vienen a ser como un postre dulce tras algunos ejemplares citados. Y si me he quedado corto de clásicos veo también que aparece otro indiscutible: "El amor en los tiempos del cólera", de Gabriel García Márquez. Dos cosas pugnan en vacaciones por vencer: los nuevos títulos y los clásicos. De los primeros el filtro es necesario para no malgastar el precioso tiempo de verano a la sombra, y a mayores sacar tiempo para observar a los pájaros que por aquí abundan todavía: mirlos, golondrinas, jilgueros, colirrojos, y la lavandera real que se deja ver por los prados a la caza de saltamontes y mosquitos, o el murciélago que en el atardecer vencido revolotea. Por aquí lo llaman con acierto "abrenoite". No hace falta traducirlo. Abren estas aves la noche cuando mis nietos pequeños no quieren cerrar los ojos y no sirven para dormirse ninguna de las sombrías historias literarias que lee su abuelo; ellos, que el vivir todavía no les desvela, necesitan abrír la noche y cerrar los ojos con cuentos; hablaré de ellos otro día; de los buenos cuentos.