Felicidades primo, no es que me acordara ayer 22 de julio de ti porque fuera tu 34 cumpleaños, porque realmente no puedo, ni quiero, dejar de pensar en ti ningún día. Simplemente necesitaba escribir e intentar plasmar lo que siento. Nunca había vivido un momento tan duro como cuando el 6 de mayo me comunicaron tu muerte. Claro que había perdido familiares o conocidos, pero nunca sabes lo que es hasta que te toca tan de cerca y se llevan una parte de ti. Ahora todo lo que me queda son recuerdos. ¡Pero qué recuerdos, madre mía! Tengo tantos momentos junto a ti que no es fácil recordar todo lo vivido. Se me acelera el corazón solo de pensarlo. Es difícil escribir esto sin llorar. Ayer mismo soñé contigo, te abrazaba intensamente, era feliz en ese momento. No hay día que no te recuerde. A veces rebusco en mi memoria como el que busca un gran tesoro enterrado, para sacar a la luz todos esos momentos vividos. Son tantos y tan buenos, tan intensos? Ahora sé que sí he sido feliz, ¡Junto a ti lo he sido!

¡Diego Dieguete culo de chapete! ¡Borja Borjita culo de ranita! Toda una infancia y adolescencia juntos. Toda la vida yendo juntos al colegio. Vivíamos uno enfrente del otro, solo había que cruzar la calle y apretar el timbre para poder jugar contigo. En casa, en la explanada o por el barrio, el lugar era lo de menos. Eso el día que no íbamos a la finca con nuestros padres, con nuestros primos y familia, a disfrutar de la naturaleza, jugar y pasar el fin de semana o el verano en familia. La verdad es que éramos muy afortunados y no lo sabíamos. Nos encantaba hacer gamberradas. De hecho, nos llamaban Zipi y Zape. Eso sí, las planeábamos y organizábamos juntos, no era cosa de uno solo. No había uno peor que el otro. Éramos los dos igual de "piezas". Nos encantaba ir al embalse, bañarnos, pescar con Quique, pero siempre en silencio que si no le espantábamos los peces. Ir con la barca y con nuestros tíos de viaje por el embalse o ir con Bitito en la tabla de surf a modo de piragua, pero con el chaleco salvavidas ¡Claro! Para que Carmen y Mariví no nos riñeran.

Una de nuestras grandes diversiones era levantar piedras y ver que había debajo. Encontrábamos todo tipo de bichos y animales. Nos encantaba. A cualquiera le puede parecer una bobada o dar asco, pero mediante esa técnica encontrábamos todo tipo de animales: culebras, sapos, sapitos, ranas, grillos, arañas, lagartos celados, lagartijas, alacranes, escolopendras, ratones, topillos, etc. Normalmente no había piedra que se resistiera, pero si no solo había que esperar a que nuestro primo Pablo viniera de Madrid. Los tres juntos movíamos cualquier cosa que se nos pusiese delante. No había nada que se nos resistiese.

Cuando nos juntábamos en la finca todos los primos jugábamos al fútbol, bádminton, al ta-ta-ta (tiroteo con palos en forma de pistolas o metralletas), en la buchina (piscina pequeña), escondite, globos de agua, con las bicis, a las chapas, a juegos de mesa, ¡O a mil cosas más! A veces simplemente le decíamos a Josechu, Quique, Javi o Sito que nos hicieran una espada, arco o pistola. Y si no podían porque estaban ocupados ayudando a nuestro abuelo Pepe, con un cacho palo ya simulábamos una espada, ¡y como enemigos los cardos! No sería por falta de imaginación en aquellos tiempos. También nos encantaba subirnos a los árboles. Los teníamos todos fichados. Éramos expertos en encinas. Al final no hubo ni un árbol de la finca al que no hubiéramos subido. Fue una meta que nos fijamos y cumplimos. Después de tanto jugar teníamos hambre y por suerte coincidía cuando nos llamaba la abuela Angelita con los bocadillos preparados. Eso sí, nos obligaba a lavarnos las manos hasta los codos sino no merendábamos.

Por la noche veíamos las estrellas todos juntos, desde la terraza con hamacas y toallas, en aquella completa oscuridad contábamos chistes, historias y deseos. Hoy, sin embargo, cuando miro hacia las estrellas te veo a ti, en una o en todas a la vez, desde mi oscura soledad?

También tuvimos muchos momentos en la finca de la familia de Quique, en Villaralbo. Y aunque no era mi familia como tal, siempre me tratasteis como uno más. Tus primos por parte de tu padre también fueron mis primos, y a tus abuelos yo también los llamé abuelos. Muchas veces íbamos por el Bar Vizán a que nos dieran unas monedas para ir a gastar al quiosco de Angelín o Bacus antes de coger el bus en la parada para ir al colegio (El Corazón de María, o "El Corata" como lo llamábamos nosotros). A la vuelta del cole por el quiosco Santa Ana, estoy casi seguro de que éramos unos de sus mejores clientes, aunque no fuera por el desembolso que hacíamos. Y en el colegio qué decir, mil vivencias juntos: exámenes, trabajos, profesores, amigos, amigas, riñas, peleas, juegos, excursiones, cumpleaños, sustos y alegrías?

También fuimos juntos a campamentos donde nos relacionamos con chicos de toda España. Además, nos encontrábamos a gusto porque nuestra tía Kelly era monitora o directora. De hecho, fue en el campamento de Puebla de Sanabria donde me comunicó Kelly que tuve "otro hermano". Éramos felices cuando nuestros padres tenían cena en casa con los amigos, porque podíamos estar juntos y jugar hasta tarde. Por ejemplo jugábamos a los espías, intentábamos espiar a nuestros padres y sus amigos sin que se enteraran. O ponerles trampas por casa para cuando fueran a buscarnos, intentando retrasar así el momento de separarnos. Por no decir lo felices que éramos cuando se iban por ahí de cena y nos dejaban solos en casa? ?tengo que decir que muy tranquilos no se iban, jeje.

Tardes de fútbol y consola en casa del primo Raúl. O de mercadillo, caballitos y feria, no hacía falta tener dinero para darse por allí una vuelta y pasarlo bien. Aquella tarde que nos subimos en el barco vikingo no la olvidaré, menudo susto nos dio a los tres aquel feriante aburrido, sobre todo a Raulín, que fue el que se llevó la peor parte, ya que estaba en el extremo y tuvo que amarrarse bien al asiento para no caerse mientras gritábamos sin mucho éxito "¡Pare por favor!".

Fuimos creciendo y llegó la adolescencia, pero seguíamos unidos. Éramos primos, hermanos y amigos. Aunque tú te cambiaste de casa y ya no estabas justo en frente, eso nada cambió. Ahora se abría ante nosotros una nueva etapa. Al principio tenías que pedir que te trajeran y te llevaran. Incluso me acuerdo de que hacías autostop o te ibas al bar de Villaralbo para que alguien te llevara. Ahí fue cuando empezaste a conocer el mundo de las malditas motos que se fueron convirtiendo en parte de ti. Te hiciste con una para ir y venir. Más tarde vendría el famoso "Panda". Tardes en Olimpiada, en la calle o en los bares. Empezaron a llegar las primeras borracheras. Se abría un mundo entero ante nuestros ojos. Nuestros primeros ligues. Nos gustaba salir, disfrutar, beber y bailar. Conocer a chicas por Herreros, fiestas o conciertos, peñas en los pueblos. Las de Villaralbo las recordaré siempre con un cariño especial. Una dura negociación con los padres para arañar una hora más a la hora de regreso. La verdad es que teníamos suerte con las chicas. Yo más tímido, tu más extrovertido, siempre nos compenetrábamos. Todavía me acuerdo con nostalgia del mote que nos pusieron en el instituto, a ti, al Geni y a mí, "los tres quesitos".

Entonces te enamoraste, conociste a Silvi, la que se convertiría en tu mujer. Seguimos viviendo bastantes experiencias juntos. Pasamos muy buenos momentos como por ejemplo trabajando juntos en la costa, en Calafell. Después del trabajo a la playita, de tarde o de noche, unas veces de botellón y otras de relax, tomando unas cervezas, mientras charlábamos mirando y escuchando el mar.

Cuando acabamos el instituto fue cuando nos empezábamos a separar. La separación fue física pues dos hermanos no dejan de ser hermanos, aunque la distancia se interponga. Pero es normal, cada cual tuvo que mirar por su futuro, por su vida. Pero después de tanto tiempo juntos viéndote casi a diario se notó esa separación.

Tú te formaste y te hiciste policía, yo me formé y me hice informático. Bueno creo que jamás hubiéramos adivinado en que nos convertiríamos unos años atrás. Nos veíamos siempre que podíamos, aunque ya era más distante en el tiempo. Celebraciones, comidas familiares, quedadas entre primos o reuniones en "Castrodesestresa". Lo bueno de nuestra relación es que no importaba si nos veíamos 5 veces en un año o ninguna. Nos queríamos igual. No solo eres el alma gemela de Silvia, también te convertiste en la mía por todas las experiencias vividas.

En una de las últimas conversaciones que tuve contigo poco antes de perderte, mientras comíamos aquel montado de lomo en los Tres Árboles que nos supo a gloria, me dijiste que estabais intentando tener hijos. Yo estaba deseando verte ser padre y ser el tío más feliz del mundo. Eres una de las mejores personas que he conocido y conoceré. Hoy estoy un poco más solo y soy un poco más incomprendido que ayer. Te quiero mucho Diego. Ni te imaginarías lo que te echamos de menos. Gracias por todo. Te llevaré en mi corazón hasta que deje este mundo que ni comprendemos. Solo espero poderte ver del otro lado y abrazarte.

Borja Vergara Martín