Regreso de mi tercer gran viaje por Francia, este año ha tocado el norte del país, Normandía y Bretaña, lugares míticos donde se han desarrollado miles de historias y leyendas, que se han ido forjando por la mezcla de pueblos bien diversos, celtas, francos, vikingos, ingleses, normandos, bretones, dando lugar a la Europa que ahora conocemos.

El normando es la lengua regional de las lenguas del oil y aún se habla en la península de Contentin, la cual ha sido declarada cooficial junto al francés y al inglés.

La capital de Normandía es Rouen y en ella se desarrollaron hechos luctuosos para una doncella visionaria que con trece años oyó al arcángel San Miguel, (personaje de gran influencia por estas tierras, como más adelante se verá), quien le indicó que llevara una vida devota y de entrega, la cual acabó como soldado, liberando a Orleans de los anglo-borgoñones en la Guerra de los Cien años. Fue condenada por la iglesia a ser quemada por hereje en la plaza del Mercado Viejo, un 30 de mayo de 1412, aunque, en realidad subyacían motivos políticos, pues se había opuesto a los todopoderosos Duques de Borgoña. Fue una gran mujer fuera de su tiempo, vistió con trajes de hombre y armaduras y sólo tenía diecinueve años cuando murió.

En Bretaña, cuya capital es Rennes, se habla el bretón, que suena de forma bien curiosa y hasta los santos, catedrales, iglesias, ríos, pueblos y ciudades presentan nombres bien distintos al francés, San Marcouf o San Laud, Guyndy, Tugdual, Le Kreiz. Esta región fue cuna de la materia de Bretaña relacionada con la literatura artúrica. Al pasar por Broceliande hay una peña de la que el rey Arturo sacó la espada mágica por designio divino, y por supuesto, por aquí vivieron mis admirados personajes Asterix y Obelix, creados por Goscinny y Uderzo. A ellos no los vi, pero sí algunos de los menhires que llevaba al hombro Obelix, que andan diseminados por campos y ciudades, como el del pueblo de Dol de Bretaña, plantado en el Campo Doliente, de casi diez metros de altura, surgiendo potente entre los sembrados, o el que sobresale de una de las esquinas de la preciosa catedral de San Julián de Le Man, donde también se conservan algunos capiteles románicos de bella factura, y unas tallas barrocas excepcionales, Santa Cecilia sentada al órgano, una Virgen con Niño. Las vidrieras espléndidas y la altura del edificio descomunal. Ese día bautizaban en ella a un bebé que rompió a llorar al recibir el Sacramento.

También en nuestra ciudad de Zamora conservamos alguno en plena naturaleza, aunque no tan espectacular, me acordé allí del de la Cruz del Rey don Sancho, en ese humilladero donde después de muchos siglos, desde el año 1072, se sigue rezando una oración por el rey muerto y tirando una piedra al suelo en señal de respeto.

Normandía cuenta con grandes parques naturales, entre otros, al norte, el de Marais du Contentin y de Bessin, y el de Boucles de la Seine normanda; y entre la capital de la región Rouen y la ciudad de El Havre, el parque de la Brotone en el estuario del Sena, que ocupa 80.000 hectáreas, un tupido y mágico bosque de acebos, encinas y pinos que cuenta con hermosas abadías, Jumiègues, San Georges de Boscherville, San Wandrile, santo viajero del siglo VII que avisado por un ángel para que se dirigiera a Bobbio en los Alpes italianos, acabó viviendo como monje errante; castillos como el de Etelan, Iville, Taillis y muchos más.

Atravieso estos parques, pueblos y ciudades con casas de entramado de madera de variopintos colores, iglesias góticas que antes fueron románicas y antes centros de culto celtas, y antes lugares sagrados prehistóricos, cuyo origen se pierde en la memoria de la historia. Las gentes iguales a las de cualquier otro lugar del mundo.

Esta es zona de buenos quesos como el Livarot, atado con juncos para que no se deshaga en la fermentación o el Camembert, entre otros, y también de ricas manzanas. El aperitivo más famoso es el Pommeau o zumo de manzana fermentado con levadura, que luego se filtra y embotella, al que se le añade anhídrido carbónico, y un aguardiente de manzana muy apreciado es el Calvados y los mejillones con manzanas y los Bordelots, manzanas horneadas con bizcochos y los creps de todo tipo que uno se pueda imaginar.

De Normandía procede Guillermo el Conquistador o el Bastardo, ya que su padre, Roberto el Magnífico acabó casándose con una de sus amantes, Arlette de Falaise, la hija de un curtidor. Guillermo recibió con 8 años el Ducado de Normandía y con 23 tomó por esposa a su prima, en quinto grado, Matilde de Flandes. Para poder hacerlo tuvo que pedir licencia papal, la cual le fue concedida con la condición de que construyera dos grandes abadías y así lo hizo. Se yerguen airosas en Caen, una de ellas, la Abadía de los Hombres, hoy es el Ayuntamiento y su escalera volada de mármol o el magnífico antiguo refectorio de los monjes no debe ningún viajero dejar de visitarlos. En la iglesia de la abadía asistí a un concierto de órgano espectacularmente ejecutado, y la segunda, no lejos de esta, es la Abadía de las Mujeres.

Fue en esta ciudad desde donde Guillermo se dirigió a Inglaterra la conquistó y fue nombrado rey de dicho país.

Esta gesta se conserva inmortalizada en un bello paño de lino de casi sesenta metros de largo por cincuenta centímetros de ancho, bordado con ocho colores de lanas teñidas con tintes vegetales, donde se narra una historia que ocurrió un día hace casi mil años, conocido paradójicamente como el Tapiz de Bayeux.

Bayeux es una bella ciudad, situada en la Campiña de los Calvados, de trazado medieval con canales y molinos en funcionamiento y de exuberante vegetación.

El tapiz se lo encargó el obispo Odo, hermano del rey, a su cuñada Matilde, para adornar la catedral el día de su consagración, y en él se narra no sólo la invasión de Inglaterra por las tropas de Guillermo, el Conquistador, el Duque normando, sino también la batalla en los campos de Hastings en 1066, y la posterior coronación del citado, tras vencer al usurpador que habiéndole jurado fidelidad lo traicionó, Harold de Inglaterra (esta última parte falta). Es uno de los primeros cómics conocido. Como dato curioso aparece bordado el cometa Halley que se vio en Europa ese año del 26 al 28 de abril. (Es como si conserváramos por aquí una tela bordada en la época que vivió el Cid Campeador y sus gestas). Impresiona verla.

Napoleón se lo llevó a París y quiso invadir Inglaterra.

Hitler en 1940, quien se vanagloriaba de su pasado vikingo-normando, quiso también invadir Inglaterra y llevarse el tapiz a Berlín. Su derrota evitó tal desastre.

Seguí recorriendo pueblos y ciudades, Coutances, el Monte San Michel, soberbia fortaleza construida en un montículo rocoso en medio del mar, donde se yergue la que fue una gran abadía benedictina. De nuevo el arcángel San Gabriel se le apareció al obispo Oberto, en la época final del reinado de los monarcas merovingios, y le ordenó fundar sobre el monte Tombe, un islote granítico de arenas movedizas y lleno de supersticiones, dicho edificio.

Evreux, ciudad de canales con esculturas de caballos azules saliendo de las fachadas y de los muros de las casas y donde el Beffroi o Torre del Reloj preside la vida de las gentes.

Ciudad destruida casi en su totalidad en la Segunda Guerra Mundial, como la mayoría de las de esta zona, con catedral y una abadía dedicada a San Taurín, santo del siglo I, que desconocía, uno de los primeros evangelizadores de la zona, y del que deriva la palabra taurino. Al parecer entre sus muchos milagros destaca aquel en que se enfrenta a un demonio con tres formas distintas: toro, oso y búfalo, metáforas de algunos de los pecados capitales. Acabó venciendo al demonio, que por estos pagos se le conoce como Gobelinos, y que aún acecha por allí.

Subí también a los acantilados blancos de Etretat y llegué hasta el Havre y a su playa pedregosa, llena de cantos rodados y casetas de rayas de diversos colores.

Por muchos de los lugares citados es por donde se desarrolló el día D o la Operación Overlord, el Desembarco de Normandía, el 6 de junio de 1944 donde las fuerzas aliadas acabaron con los nazis que habían invadido Francia. La operación duró 3 largos meses y los muertos de la población de la Baja Normandía se elevaron a 14.000. En 2014 se conmemoró el 70 aniversario de la batalla y se rindió homenaje a los combatientes que lucharon por la libertad para preservar a Europa de la opresión y del radicalismo. Es preciso que esa lección tan dolorosa no la olvidemos nunca.