El Partido Popular nació como fusión y refundación de varios partidos, uno esencial, la Alianza Popular de Manuel Fraga y otros más o menos testimoniales aunque todos con representatividad en el centro-derecha español. La Democracia Cristiana y el Partido Liberal fundamentalmente. Antes habían probado diversas fórmulas para conseguir el apoyo en las urnas, individualmente o concurriendo en coalición. Para competir con la UCD, creada para hacer la Transición de la dictadura a la democracia -ejemplar de la mano del Rey- y después para captar los votantes del centro y la derecha y hacer de contrapeso a un PSOE que amenazaba, a la manera del PRI mexicano, con convertirse en único partido de gobierno.

Desde la refundación de Aznar que llevó al PP a convertirse primero en alternativa real y después en gobierno, nunca esta formación ha atravesado un momento más crítico que el actual. Me atrevo a decir que nunca como ahora ha estado en su hora de la verdad. Momentos hubo en que muchos dudaban de que consiguiera llegar al poder frente a Felipe González pero ahora se trata se su pervivencia o su colapso. Recordando la escena de Vacaciones en Roma con Gregory Peck y Audrey Hepburn ante "la bocca de la verità", los líderes populares y su militancia, tienen la cabeza y no solo el brazo, metidos en la boca de la verdad.

Las bases son el PP y quieren a Casado mayoritariamente. Los cuadros controlan el PP y, mayoritariamente, quieren un poder que aún no asumen que han perdido. Respaldan a Soraya como si eso tuviera el efecto mágico de ahorrar una obligada travesía del desierto a la que Rajoy y ella, Ayllón y Martínez Maíllo, Arenas y Villalobos, y tantos otros los han abocado.

Isabel García Tejerina, una de las pocas mentes lúcidas que van quedando en activo, lo decía esta semana en una entrevista con discreción tan ejemplar como meridiana claridad. "Casado me llamó y no me ofreció ningún puesto sino un proyecto colectivo de futuro y de partido y me convenció". No añadió, aunque lo dejó entrever nítidamente que también la habían llamado de la otra candidatura para ofrecerle lo contrario.

Desde hace dos años no milito en ningún partido pero respeto y no quiero lo peor para el que fue el mío durante veintitrés. Vivimos tiempos turbulentos, pero apenas son la antesala de lo que se aproxima. Hay quien quiere otra guerra civil, incruenta esta vez, y sobre ella un cambio de régimen, de Estado y de nación. Da igual que pocos lo vean aún, es un tumor que está ahí, creciendo muy rápido. Ante él de nada sirve recetar paracetamol, tal vez ni la catarsis les baste, pero al menos ésta dará una opción al centro político, al liberal, al que cree en la bondad de la Transición en la que unos amnistiaron a otros y otros perdonaron a los unos mientras la inmensa mayoría despedía al dictador que había muerto plácidamente en la cama, con pesar pero con esperanza en un horizonte de paz, concordia y prosperidad en democracia y libertad.

Esta próxima semana no será el conjunto de los militantes el que decidirá el futuro del PP y con él de España. El futuro está en la mano de los compromisarios, los elegidos y los natos. En cada provincia y en cada rincón de España. Mi respaldo y mi recomendación a los compromisarios sería desde dentro y lo es desde fuera para Casado. No solo por la pervivencia y el rearme ideológico del PP y del centro-derecha español frente a la quimera de quienes aún se ven -como si nada hubiera pasado-, ostentando un poder que malversaron, dilapidando siglas, principios, historia y vocación de servicio a España y no a sí mismos. El PP se la juega, El centro derecha se la juega. España se la juega ante la boca de la verdad.

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