Hay que cerrar, y ya mismo, las centrales nucleares. Bien. Las térmicas no pueden continuar porque contaminan mucho. Perfecto. El diesel, según la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, tiene los días contados. Ovación y vuelta al ruedo. Construir más pantanos para producir electricidad está mal visto y cualquier proyecto genera miles de millones de protestas y recursos. Maravilloso. Las renovables no acaban de arrancar del todo porque salen caras y han sido, al menos aquí, un foco de corruptelas que ya veremos cuando se sepa todo el mamoneo. Colosal.

Una vez sentadas estas premisas, viene la pregunta tonta: ¿y qué energía llegará a nuestras casas pasado mañana? Oiga, es que la gente, incluida la que se considera más ecologista que el pino piñonero, no parece muy dispuesta a renunciar a la vitrocerámica ni a la lámpara ni al tocadiscos ni al coche ni a la calefacción, sobre todo si aprieta el relente y en la calle se crían sabañones detrás de las orejas. ¿Y labrar los campos?, ¿sabrá doña Ribera lo que es un tractor con vertederas o con gradas? Si el diesel tiene los días contados (pongamos cuatro o cinco años), ¿qué alternativa se va a dar a los agricultores? Hala, que cambien de golpe vehículos, aperos, etcétera, como están baratos.

-Digo yo que lo tendrá previsto la señora ministra, dice don Sofonías, que siempre está al lado del poder y disculpa cualquier exageración.

-Pues que lo diga, sentencia don Ervigio, bastante enfadado él. No se puede tirar esa piedra a la buena de Dios sin saber el daño que va a causar ni a quien escalabrará.

-Si lo ha dicho y así tan rotunda, será por algo.

-Sí, claro, porque estos ecologistas o naturistas o como se llamen, como viven en Madrid, solo piensan en la contaminación y a los que no estamos contaminados que nos frían.

La verdad es que las palabras de doña Teresa Ribera han llevado el desconcierto a muchos sectores y a millones de personas. Los fabricantes de coches ya han asegurado que, en España. están en peligro miles de puestos de trabajo. No se cambian así como así, de hoy para mañana, las cadenas de montaje ni los modelos de coches diesel que se fabrican ahora. Los pocos mineros que van quedando en Asturias, Aragón y Castilla y León temen la muerte total de su oficio y de sus comarcas si se cierran las térmicas; cierre que provocaría un encarecimiento de la luz. El presidente asturiano, el socialista Javier Fernández, ha sido muy claro y tajante al respecto, como lo ha sido también Juan Vicente Herrera.

¿Y el campo? Nadie se acuerda de él, pero el panorama sería aterrador. ¿Con qué combustible funcionarían los tractores del futuro?, ¿cuánto costarían?, ¿y los motores de riego?, ¿a qué precio saldría la luz que mueve granjas, bodegas y demás?

-Hombre, se podría volver a arar con bueyes, como antaño, apunta don Sofonías

-Pero no se ha enterado usted que los pedos de las vacas contaminan más que diez chimeneas de esas que tapan el cielo. O sea, que queremos aire puro y metemos para arar ganado que pudre el oxígeno más que cien tíos después de almorzar alubias, contraataca don Ervigio, cada vez más cabreado.

Algo habrá que hacer, pero ¿qué? No parece fácil la solución, especialmente porque la señora ministra no ha dado alternativas. Ha soltado lo del diesel y el que venga detrás que arree. Si prohíben, restringen o encarecen las principales energías actuales, ¿con qué las sustituimos si queremos mantener la comodidad y la vida que llevamos? Todos a cortar ramas y a hacer leña. Y vuelta a las lumbres bajas y a las cocinas económicas o bilbaínas, que gastan poco, calientan mucho y, además, sirven para hacer el cocido sin prisas.

La señora ministra parece dispuesta a que, por unas vías u otras, quien contamine pague. Vale. Pero como decía el alcalde socialista de Coca (Segovia), cuna del emperador Teodosio, por esa regla de tres, quien descontamine que cobre. En su pueblo hay cientos de hectáreas de pinares. Si alguien pretende cortarlos, se le echan encima decenas de asociaciones ecologistas de Madrid. Bueno, pues que apoquinen y salven el aire.

Los que vivimos en los pueblos contaminamos poco y descontaminamos bastante. No es justo que nos quiten el diesel o nos lo pongan tan caro como a los que llenan de humo Madrid, Pero nada, cada vez se va más gente para allí y aquí quedamos cuatro para descontaminar. No me extraña que acaben asfixiándose. Y cuando les corte el gas-oil, ¿qué? Un lío. ¡Vaya transición ecológica que nos espera!