Desde la noche de los tiempos la humanidad pretende lograr una vida más cómoda, más llevadera, menos sacrificada, menos dolorosa, etc.; lo que exige, para conseguirlo, entre otras muchos requisitos, como el esfuerzo, el afán de mejora continua, el aprendizaje permanente, la superación constante y demás; y, sobre todo, la dedicación a la investigación, a la innovación, a la puesta en el mercado de nuevo productos más funcionales, menos contaminantes, estrictamente consumidores de insumos, que provoquen los menores desperdicios, que sean reciclables, que sean fácilmente utilizables, no provoquen consecuencias nefastas para el medio ambiente, que sean durables, que sus precios sean asumibles por los consumidores, que impliquen la sostenibilidad de los recursos que precisen en su elaboración, etc.

Ejemplo de este tipo de productos, pudieran ser, entre otros, los coches eléctricos, pues no contaminan la atmósfera, no perjudicando la capa de ozono, no producen, tampoco, contaminación acústica, son susceptibles de menos averías al tener una mecánica más sencilla que los actuales convencionales, etc. No obstante; como todo lo novedoso, y hasta que se consoliden el mercado al resolver la problemática que todo lo nuevo conlleva; actualmente está su elevado coste de fabricación y precio de venta al público, debido, en parte, al reducido número de su fabricación, como a los elevados costes de las baterías que precisan que son uno de sus principales problemas también por que condicionan su autonomía, y, ésta, a su vez, está condicionada por la escasa existencia de los puntos de recarga, los cuales debieran estar estimulados, potenciados, por la normativa legal emanada tanto de las Cortes Generales, como de los Ayuntamientos, previéndolos en los planes de ordenación urbana, ordenanzas municipales, reservando espacios de estacionamiento, como fijando una tributación favorable a su adquisición y uso, concediendo ayudas y subvenciones para su compra; y, muy especialmente, de las empresas suministradoras de fluido eléctrico; y, por supuesto, los actuales surtidores debieran de ir adoptando tales puntos de carga eléctrica; es más, entiendo que los poderes públicos, a través de la legislación pertinente, debiera estimular y obligar a ello.

El coche eléctrico antes que después será una realidad, por lo que fabricantes, Administraciones Públicas y potenciales usuarios han de ir adoptando, desde ya, las medidas pertinentes para prever y evitar los retos y problemas que conlleva, facilitando su utilización en beneficio de los usuarios y del medio ambiente.

La universidad; como vanguardia del saber, no es ajena a estos retos que plantean los coches eléctricos; está investigando, como promoviendo que sus estudiantes de fin de grado estudien e indaguen sobre esos "productos" innovadores, para alcanzar conclusiones y propuestas que sean útiles a la sociedad, más concretamente, a los fabricantes; de modo y manera, que teniéndolas en cuenta, y aplicándolas a sus procesos productivos y de comercialización, hagan que el coche eléctrico sea cada día más factible, más asequible, más utilizable, etc., contribuyendo a un mayor bienestar general y mejora del medio ambiente. Por ello, nos congratulamos, y felicitamos a D Alejandro Fortuny Sicart , graduado en Administración y Dirección de Empresas, por su brillante Trabajo de Fin de Grado, titulado "El coche eléctrico, Renault Zoe en Irlanda" , donde considera los análisis Pestel y Porter, sus beneficios y ventajas, el estudio de los consumidores, el análisis DAFO, nuevos mercados a los que acceder, y sus interesantísimas manifestaciones sobre sus limitaciones y conclusiones; en fin, excelente trabajo de investigación que merece la nota máxima y su estima por los fabricantes.

Marcelino Corcho Bragado