El ejercicio de la democracia debe practicarse todos los días y en todos los ámbitos de la vida cotidiana. No es frecuente que sea así porque habitualmente solemos pensar que es en la esfera de la actividad política, es decir, en aquellas tareas que están relacionadas con las funciones que desempeñan los políticos, sean alcaldes, concejales, procuradores, diputados, senadores o cualquier otra figura que ejerce tareas de gestión y de responsabilidad en la administración de los asuntos públicos, donde únicamente se pueden practicar los valores intrínsecos de un sistema democrático. La democracia no es o, más bien, no debe ser únicamente la vía más segura y eficaz para gestionar los asuntos que afectan a los ciudadanos, ya sean el empleo, la educación, la salud o la seguridad, sino que, como pensamos muchos, debe ser también una escuela de aprendizaje permanente donde las distintas generaciones vayan interiorizando y practicando los valores cívicos que en cada momento histórico sostienen el edificio de la convivencia colectiva.

Por eso, cuanto más abierta, radical y transparente sea la democracia, mucho mejor para todos, especialmente para quienes se encuentran en situación de desventaja económica, social o política. Desventajas que pueden ser múltiples y que la inmensa mayoría de los mortales hemos sufrido o seguiremos sufriendo en algún momento de la vida. Y ello por las secuelas que sobre nuestras biografías personales tiene el acceso diferencial a los recursos que existen en la sociedad, incluso mucho antes de nuestra llegada. Por consiguiente, dado que cuando nos lanzan al mundo no todas las personas partimos de las mismas posiciones de salida y los recursos que están a nuestra disposición para empezar a caminar están desigualmente repartidos, no debe sorprendernos que la desigualdad social sea una característica de todas las sociedades, aunque también sea cierto que las consecuencias de la misma no se viven de igual manera en todos los países por el efecto que, en unos u otros, desempeñan las políticas a favor o en contra de la igualdad social.

¿Y qué tiene que ver lo escrito más arriba con las primarias que se han celebrado hace unos días para elegir al sucesor de Mariano Rajoy al frente del Partido Popular o, en su momento, las primarias que colocaron a Pedro Sánchez en la secretaría general del PSOE? Mucho más de lo que parece a simple vista. Por ejemplo, no es lo mismo que en una organización política sean los militantes o afiliados quienes eligen a sus dirigentes de manera directa y sin intermediarios a que lo sean los representantes indirectos de los mismos, los llamados compromisarios. El primero de los sistemas es mucho más abierto, radical y participativo, con lo que no solo está promoviendo la elección directa de los dirigentes de turno sino, al mismo tiempo, está fortaleciendo los músculos de la institución o la organización afectada por el desarrollo de un proceso de elección. Y lo mismo podríamos deducir cuando hay que elegir a los equipos directivos de otras instituciones, como colegios, institutos, Universidades o cualquier otra organización social.