Estamos asistiendo, en solo unas semanas, a un vuelco político de una importancia histórica; desde que se produjo la moción de censura constitucional, y por lo tanto democrática que ha dado lugar a un nuevo Gobierno socialista. Como consecuencia se ha provocado una situación ilusionante bastante generalizada y en cierto modo de alivio. Frente el Gobierno saliente y al Partido Popular han sufrido un enorme desconcierto, el cambio político le ha descolocado. Como consecuencia en estos momentos estén pasando a limpio: "quienes somos y cuantos".

A pesar de las indudables dificultades, se han creado muchas expectativas, debido a los primeros pasos de esta nueva administración. Hay que reconocer que también se ha provocado alguna reacción negativa que se ha generado en un determinado sector de la población, llámense tertulianos, articulistas y de algunos grupos sociales (más bien políticos) que no son partidarios de la alternancia sobre todo cuando esta se mueve en una determinada dirección. Están es su derecho y no seré yo quie les replique, ni siquiera contradiga ante determinados argumentos que están plagados de aversión, antipatía y un cierto tufillo de rencor. Curiosamente ni en el mundo de la economía ni de los agentes sociales, nadie se ha "rasgado las vestiduras". Con su pan se lo coman.

Frente a quienes pensaban que para tan corto plazo (mitad de la legislatura) la formación del gobierno sería débil por coyuntural, pues ¿quién se arriesgaría a pertenecer a un gobierno de escaso recorrido? Lo cierto es que el presidente ha tenido el acierto de rodearse de un grupo que trasmite profesionalidad y compromiso; justamente lo contrario de lo provisional.

El presidente Pedro Sánchez ha demostrado haber entendido el mensaje feminista de la sociedad española que llenó las calles el 8-M. Ya no hay debates sobre paridad, porque el 65% del nuevo Gobierno es femenino, y porque las ministras no están en el Gobierno solo por ser mujeres, sino por su nivel profesional, académico y político. Por cierto, ocupando las carteras de mayor contenido económico.

Es innegable el acierto de Pedro Sánchez, respaldado por el Partido Socialista Obrero Español, al haber conseguido, democráticamente, instalar al Partido Popular y a su Gobierno frente a sus responsabilidades, después del reconocido fracaso como gobierno y su decepción como partido. Esta nueva situación-aunque al nuevo gobierno no se le conceda la clásica cortesía de los cien días de confianza- obliga al Partido Socialista a normalizar y decrispar la sociedad, con compromisos y comportamientos eficientes, éticos y también, porque no decirlo, estéticos, que conduzcan a recuperar la autoestima colectiva y las condiciones de vida de los españoles y no defraudar sus expectativas sobre todo de aquellos que más lo necesitan.

En relación con uno de los más graves problemas que nos preocupa a todos los españoles como es el populismo de extrema derecha y de extrema izquierda en España y en Europa y respecto del separatismo catalán, la llegada del Partido Socialista al gobierno, ha abierto un espacio en el independentismo que este no tenía previsto, porque su relación se basaba en la confrontación, según la teoría de que la crítica al nacionalismo solo se puede hacer desde otro nacionalismo, es decir el españolismo. Con este gobierno no se podrá utilizar, al reconocer este, que las medidas a adoptar son medidas políticas y el empleo del dialogo dentro de la Constitución. Ese es el límite.