tengo un recuerdo inmenso de la primera vez que escuché "The Dark side of the moon" en unos cascos estereofónicos. Fue en el piso estudiantil de mi amigo Paco, que tenía posibles, porque era profesor de judo y gozaba de una beca salario gracias a sus matrículas de honor en Medicina. Su equipo de música, un primitivo pero entonces elitista "Dual", nos parecía estratosférico. Conservo en el vinilo las traducciones de las letras mecanografiadas por Paco: "El lunático está sobre la hierba / recordando juegos y cadenetas de margaritas y risas / obligado a mantener a los locos en vereda". "Brain damage" (Daño cerebral), una de las más bellas canciones de ese LP, como decíamos, sublime, con una clara alusión al fundador del grupo, Syd Barret, prematuramente desconectado de este mundo.

Nunca había estado en un concierto de Pink Floyd, o de lo que queda de él, Roger Waters y su banda. Fue el 22 de mayo, en el Wizink Center de Madrid, y fuimos los dos, mi hijo Guillermo y yo: apoteósico. Así llevamos casi dos meses con una banda sonora única en nuestras cabezas, en nuestros móviles, en el coche: casi todas las canciones de la cara oculta de la luna, de ojalá estuvieras aquí, del muro y de animales, cuatro vinilos inolvidables. Normalmente, los viejos grupos recrean sus viejas melodías, recomponen los acordes, las estetizan en exceso, en un intento de falsa modernidad. Waters no lo necesita ni lo pretende. Las más que cuarentonas canciones de fluido rosa se tocan igual de bien que cuando fueron paridas y suenan, en directo, todavía mejor, con la fuerza libertaria y revolucionaria que siempre tuvieron, que seguramente no percibimos bien en su momento porque todo era revolución en apariencia, y que ahora son más necesarias que nunca. "Nosotros y ellos, / y, después de todo, somos tipos ordinarios nada más. / Yo, y tú / solo dios sabe que eso no es lo que hubiésemos escogido hacer". "US+THEM" nosotros y ellos, es el título de la gira de Waters y una de las canciones más himno del grupo, aunque casi todas lo son. La puesta en escena, clásica en su planteamiento y espectacular en sus recueros tecnológicos, equilibrio perfecto entre fondo y forma. "Hay que tener un hippy en nuestra vida", dijo Waters presentando a su excelente guitarra y voz de californiana melena. Volveremos al trabajo y a la monotonía, pero siempre nos queda "breathe, breathe in the air" y Portugal, por supuesto.