es conocida la anécdota según la cual Diógenes se paseaba a plena luz del día por las calles de Atenas con un candil encendido. Y a quienes le preguntaban por la razón de su extraño comportamiento, el filósofo cínico les respondía: "Busco a un hombre honesto".

He pensado en esa anécdota al leer desde la lejanía berlinesa las noticias sobre las dificultades que parecen existir para encontrar a un periodista honesto y aceptado por todos para dirigir nuestra radiotelevisión pública en tal momento de crispación política.

La búsqueda de un profesional que no moleste a ningún grupo político, o -todavía mejor- que los moleste por igual a todos, se ha convertido en un rompecabezas para el Gobierno de Pedro Sánchez.

Y ello ha ocurrido por la intolerancia de unos, las torpezas de otros, las presiones e incluso chantajes de terceros y la incapacidad general para el diálogo y el compromiso.

Las dificultades de ese proceso denotan claramente lo que buscan sobre todo algunos partidos en unos medios que jamás deberían estar, como viene ocurriendo, a su servicio sino a la de la colectividad.

Porque la existencia de unos medios públicos que se distingan, además de por la pluralidad informativa, por la exactitud, la veracidad de lo que cuentan es fundamento esencial de una democracia.

Y todos hemos visto cómo en lugar de cumplir esos requisitos, nuestras televisiones públicas, también las regionales, han manipulado, tergiversado y censurado informaciones, impidiendo a los ciudadanos formarse una opinión cabal del acontecer social y político.

Y la necesidad de una información plural, transparente y ajustada siempre a los hechos, es más necesaria que nunca en un momento de continua manipulación y confusión a través de las llamadas redes sociales.