Tuve una compañera en el Instituto poseedora de un talento inhabitual, tenía una memoria portentosa. Se estudiaba los dos tomos de arte del Angulo dos noches antes y sacaba unas notas extraordinarias porque se quedaba con todos los detalles con una simple lectura.

A mí entonces me maravillaba aquel don y me parecía que personas así se necesitaban para llevar a mejor puerto la intendencia de cualquier empresa. Pero cuando llegó el examen final falló inexplicablemente porque se le quedaron pegadas varias páginas de los libros y saltó de un autor a otro de manera inesperada. Era la primera vez que le pasaba y sufría no sólo por esa memoria que la atormentaba, pues tenía todos los recuerdos de su pasado intactos en la cabeza y no podía desprenderse de ellos, sino también porque a veces la vida le jugaba esas malas pasadas y la mente se le volvía como líquida, esa era su expresión, porque estaba tan llena de conceptos y datos y la sobrepasaba, por lo que era imposible controlarla a cada instante.

Yo pensaba que una persona así tenía que ser muy feliz, pero un día me confesó que siempre se sentía angustiada al no poder olvidar ninguna vivencia, ni lo bueno, ni lo malo. De inteligencia emocional andaba un poco escasa.

Años después cayó en mis manos un libro de Borges titulado, Funes el memorioso, donde desarrollaba un tema parecido al de mi compañera de clase.

Un joven estudiante, Ireneo Funes, le pide por favor al narrador, que es el alter ego del autor, que le mande unos libros y un diccionario de latín, porque quería empezar a aprender dicha lengua. A pesar de que este piensa que son difíciles para el joven, se los envía. Tiempo después va a su casa y el lo recibe en una habitación sumida en la oscuridad y lo saluda recitándole de memoria en un perfecto latín el capítulo 24 del séptimo libro de la "Historia Naturalis" de Plinio el Viejo. No tenía ninguna relación social y se dedicaba la mayor parte del tiempo a reordenar sus recuerdos a partir de un método que había inventado para poder clasificarlos.

La imposibilidad de poder olvidar todo lo que aprendía no le dejaba vivir. Por supuesto la significación del relato tiene que ver también con la angustia continua de la que se siente preso el personaje.

Es decir que, en un principio, daría la impresión de que poseer una memoria fantástica sería mucho mejor que una endeble memoria, por ejemplo, para buscar soluciones en la vida y no repetir siempre los mismos errores, pero no es así.

Muchos años después leí un ensayo del sociólogo polaco Zygmunt Bauman, titulado: Estado de crisis, (se lo recomiendo a todos ustedes) en el cual debate con el pensador italiano Carlo Bordini la idea de por qué la democracia está enferma y por qué nuestro futuro se presenta tan incierto en este momento.

En el hace referencia al concepto de sociedad líquida, para dar a entender la disolución de la postmodernidad, la crisis de las ideologías de nuestro tiempo, la de valores, la falta de referentes precisos para guiarse el individuo, el crecimiento de la comunidad del individualismo desenfrenado, donde cada uno tira para un lado, sin ponerse de acuerdo en aunar esfuerzos y encontrar soluciones a tantos retos planteados.

Sus ideas son claras y concisas, "La democracia está enferma porque la gente, ya no ve en el Estado esos mecanismos de protección y amparo que lo justificaron, sino unas fronteras físicas y regulaciones que lo hacen cada vez más inútil."

Léase, la justicia obsoleta en casos de violaciones o maltratos o los robos y rapiñas de políticos de todo signo y condición, donde nadie devuelve lo robado, movimientos de indignación que han desembocado en el crecimiento de partidos fascistas y radicalistas que no aportan soluciones y desestabilizan la vida pública, el auge de la economía del mercado donde todo se reduce a especulaciones monetarias, sin tener en cuenta a los seres humanos que configuramos la sociedad, y donde los ciudadanos hemos pasado de ser seres con derechos y deberes a simples consumidores compulsivos en sociedades en declive, donde se privatizan los servicios públicos, como sanidad, aguas, electricidad, etc., que ponen en manos de inexpertos amigos los poderosos, tan inútiles e inexpertos como ellos, lo que acrecienta las deudas de los países al engrosar aún más la lista de nóminas de los paniaguados, es así como cada día nos hacen más esclavos de los impuestos, por si todo esto fuera poco, los políticos tras hacerse la foto con los inmigrantes se lavan las manos, ¡ah! las fotos de las manos como gustan, (como pueden observar en política y también en la vida, todo ha sido reducido a pura gesticulación y propaganda y tras unos meses de rodaje con asesores que además enseñan otros modales, a hablar bajito para convencer mejor al personal y a guardarse la agresividad en el bolsillo porque eso vende mejor) y donde las peticiones tribales de las sociedades separatistas han estado mal resueltas desde el principio y tantas cosas más?

Desaparecen las clases medias y a la gente se la intenta contentar con contratos basura que no le permiten llevar una vida digna, mientras por la deuda pública se mantendrá pagando más impuestos durante muchos años a los futuros ciudadanos del considerado primer mundo, pero eso sí, los gobernantes a lo suyo, siguen inflando cada vez más sus carteras y adquiriendo nuevos privilegios para asegurar su futuro, por poco tiempo que trabajen en la cosa gubernamental.

Para Bauman, los líderes son seres cada vez más corruptos o estúpidos y además incapaces, pues se han olvidado de que la política es la capacidad de hacer cosas, la habilidad de decidir qué hacer para mejorar la vida de los ciudadanos día a día, las redes sociales trampas para ignorantes, y nosotros creyéndonos felices, la avalancha de noticias hace que no reflexionemos sobre los asuntos preocupantes que hay que solucionar, ya dicen encargarse ellos.

Y el final del ensayo es angustioso y desesperanzador, no hay respuestas posibles, no se pueden dar soluciones de momento a los grandes retos que se nos plantean ahora a las sociedades democráticas.

Simplemente nos queda la angustia, como a los memoriosos portentosos, ante la visión de un futuro incierto, sentido desde este presente robado, envejecido y obsoleto.