Unos científicos de Montreal (Canadá), a cargo del toledano José Azaña, han conseguido volver completamente invisible un objeto. En 1943 el novelista popular Guillermo López Hipkiss se inventó "Yuma", un científico multimillonario hispanoestadounidense que tenía una capa que le volvía invisible y que usaba para perseguir malos. "La Sombra" ("The Shadow") hacía lo mismo, pero en la oscuridad y con una carcajada que helaba la sangre en las venas. Pasé la niñez soñando con ser invisible y conformándome con jugar al escondite.

Ahora se lleva la visibilidad para lo que antes no interesaba que se viera (¡bien!) y alcanza la insignificancia (exhibicionismo). Un espectrógrafo ideológico hace visibles todo tipo de sensibilidades aunque, con su relevo, opaquen cosas más relevantes y contravengan aquello de "la carne de burro no transparenta", que se decía cuando el burro era un animal con premio Nobel y en lo que se convertían los niños que piraban escuela para ir a la isla de los juegos, según el "Pinocho" de Disney, anterior a Disneylandia.

Las personas quieren hacerse visibles y las cosas, invisibles. Esta investigación para hacer desaparecer objetos llega en el momento estelar de los objetos que hacen desaparecer personas. Ejemplo: el robot que hace pizzas, más eficaz que el que hace hamburguesas. Ni cocinero ni camarero. Las máquinas hacen desaparecer a los obreros. El modelo ha cambiado a Marx por Houdini. La tecnología viene a salvar de labores y contratos de mierda a obreros alienados y con la identidad corroída por el trabajo en el nuevo capitalismo, aunque el paro los condene a todo lo demás. Abriremos la puerta a una pizza que flote, hecha por un robot y transportada por un dron invisible.