¿Es este el auténtico objetivo de Puigdemont, de Torra y del independentismo? Aquí las interpretaciones son distintas. Hay pocas dudas de que Puigdemont cree un peligro la política de distensión y desinflamación en las que sólo ve un intento de rebajar la movilización independentista con un plato de lentejas. También hay pocas dudas de que sectores significativos del independentismo han aprendido de la DUI del 27-O y que ven en Sánchez una ventana de oportunidad para reponer fuerzas (como mínimo), o incluso iniciar un espinoso camino de rectificación. Convertir la independencia en el programa máximo a largo o medio plazo e intentar a corto gobernar y aumentar la autonomía. Esta vía es juzgada interesante por sectores del PSC que creen que, superada la inflamación producida por la sentencia del Estatut y la caída de recursos de la crisis, los gobiernos siempre tienden a olvidar el largo plazo porque el gobierno del día a día, o del año a año, les consume toda la energía.

¿Entre el radicalismo puigdemontista y el secesionismo tentado por el realismo, dónde está Torra? De entrada, en el puigdemontismo, pero el cargo condiciona la ideología y, sin elecciones anticipadas a corto, ¿cómo puede sobrevivir tres o cuatro años un presidente de la Generalitat haciendo sólo discursos rupturistas? Hay quien cree que Torra -por convicción o por necesidad objetiva- irá evolucionando hacia el realismo. O que, caso contrario, se estrellará. Y que Puigdemont está en el exilio, lejos, mientras el día a día está en el interior de Cataluña y obliga a decisiones continuas. Es lo que deben pensar Pedro Sánchez y Miquel Iceta. Y algo así puede estar pasando. Torra nombró "consellers" a políticos presos o exilados y a los pocos días tuvo que aceptar su "renuncia", intentando taparla con una querella contra Mariano Rajoy que sabía que no iría a ninguna parte. El viernes 22 de junio a las 10 de la mañana la muy oficial Agencia Catalana de Noticias aseguraba que Torra no asistiría a la inauguración de los Juegos del Mediterráneo y pocas horas después estaba en el palco presidencial, sólo separado de Felipe VI por Pedro Sánchez.

¿Qué pasará el 9 de julio? Un veterano político catalán dice que sólo Dios lo sabe porque faltan muchos días. Lo único seguro es que Pedro Sánchez cree que no debe caer en ninguna provocación. Por eso contesta con cortesía o contención no sólo a Joan Tardá (lógico) sino incluso a Rufián, el Robespierre de ERC.