Los recientes datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), relativos a nacimientos, defunciones y variaciones residenciales en 2017, así como de población a 1 de enero de 2018, muestran una realidad cada vez más palpable: La Región Leonesa se está desangrando.

Y es que, las defunciones son ya más del doble que los nacimientos en el antiguo Reino de León, habiéndose registrado el año pasado 5.559 nacimientos por 13.121 fallecimientos, lo que convierte al conjunto conformado por Zamora, Salamanca y León en la región española con la peor tasa bruta tanto en natalidad (apenas un 5'7?), como en mortalidad (13'4?).

En este sentido, la Región Leonesa se ha convertido en un auténtico "agujero negro" en los indicadores de materia socioeconómica, teniendo la peor evolución de España, y situándose a la cola siempre en las últimas décadas, empeorando paulatinamente. Esto, además, estaría teniendo como daño colateral que casi todas las provincias que la rodean posean a su vez los peores datos evolutivos de sus respectivas regiones (Orense y Lugo en Galicia, Ávila en Castilla, Cáceres en Extremadura, a lo que se sumarían los malos datos de la uniprovincial Asturias, o los de Tras-os-Montes y Guarda en Portugal).

Obviamente, la evolución del crecimiento vegetativo no se ha salido de la pauta habitual de los últimos años, siguiendo el mismo camino. Así, si cruzamos el saldo de crecimiento vegetativo de la Región Leonesa (-7.562) por su población, el índice se sitúa en un -7'7?, claramente el peor dato de todas las regiones españolas para el último año.

Pero estos lamentables datos no son casuales, sino que responden al hecho de que la región que más se ha despoblado de España en periodo autonómico ha sido el País Leonés, de una forma bastante clara además. Esto enlazaría a la emigración masiva por falta de expectativas laborales de los jóvenes de Salamanca, Zamora y León, que mayoritariamente han tenido y tienen que seguir emigrando a otros territorios (la marcha de jóvenes en edad de trabajar conllevaría que posteriormente acabasen formando su familia en aquellos lugares en los que han emigrado).

A este respecto, la estadística de variaciones residenciales para 2017 nos muestra que, si de por sí el saldo total de la autonomía era un lamentable -2.964, la Región Leonesa era la responsable del 72% de este saldo negativo, pues entre León, Zamora y Salamanca arrojaban un -2.125. Asimismo, si nos ceñimos al saldo interior en dicha estadística (es decir, a la diferencia entre los que se han ido a otras zonas de España y los que han venido), se puede observar que los peores datos absolutos los poseen León, Zamora, Salamanca y Ávila.

Por otro lado, si comparamos la población que tenía la Región Leonesa el 1 de enero de 1983 (el último censo antes de crearse la comunidad de Castilla y León) con los datos de 1 de enero de 2018, el resultado es que entre las tres provincias leonesas han perdido en conjunto casi 150.000 habitantes desde su unión con Castilla (o lo que es lo mismo, el 13% de la población), lo que supone el peor dato de una región en el periodo autonómico en España, bien sea tomando los datos en términos absolutos o porcentuales.

Y es que, la despoblación sufrida por Zamora, Salamanca y León está siendo de tal magnitud que ha tenido como consecuencia que el antiguo Reino de León se haya convertido en la única región de España que posee menos habitantes que en 1900, habiendo perdido población en este lapso temporal (1900-2018) en el que España en conjunto ganó más de 28 millones de habitantes.

En definitiva, a la vista de los datos, se puede afirmar que carecer de una autonomía propia le está afectando muy negativamente a la Región Leonesa, acrecentando la gravedad de su situación y sumiéndola en una deriva de autodestrucción.

Quizá sea un buen momento para que los ciudadanos de Zamora, Salamanca y León se planteen seriamente la cuestión de hacia dónde va su tierra, y poner encima de la mesa con serenidad el debate de la conveniencia o no de construir una comunidad autónoma del Reino de León, pudiendo dejar de ser el sufijo de otra que, a la vista de los datos, no solo no les está beneficiando, sino que les estaría perjudicando gravemente.

(*) Doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Salamanca