llevamos apenas un suspiro desde que triunfó la moción de censura y habría que ser muy cateto, o malintencionado del todo, pasa sostener que no hay un aire nuevo en la política española. Vaya si lo hay; se ha podido comprobar en el debate celebrado en el Congreso para consensuar la postura que llevaremos al Consejo europeo. En menos de un mes, se han hecho cosas que antes eran impensables, sin olvidarnos de la apertura del puerto de Valencia al "Aquarius".

Aunque los gestos están muy bien pero cabe pensar que lo que más se esperaba del cambio en la presidencia era que se produjesen casi de inmediato avances para resolver el problema del soberanismo catalán. Que comenzase el diálogo, ya que el propio presidente Sánchez se había comprometido, incluso de forma enfática, a promoverlo cuanto antes. Pues bien, ya ha recibido al lehendakari Urkullu -la otra cara de la misma moneda- y hay fecha para el encuentro con Torra, plato de más difícil digestión. Pero lo más sorprendente de ese diálogo en ciernes es que ha sido ya anticipado en cierto modo gracias a la intervención de los que cabría llamar, con todo el respeto debido, segundos espadas. Primero fue Pablo Iglesias, de quien cabe recordar que impulsó el cambio de gobierno al anunciar que su grupo parlamentario apoyaría la moción de censura sin condición alguna. Fue una jugada maestra que dio paso desde el escepticismo con el que se recibió el reto parlamentario de Sánchez a los primeros barruntos que apuntaban a que podía ganar su pulso. Pues bien, ese gran demiurgo del vuelco gubernamental declaraba esta semana en la cadena Ser que le constaba que el independentismo había desaparecido de la agenda del Govern de Torra. Para que, casi al instante, la portavoz del gabinete -Elsa Artadi- replicase que, de eso, nada.

Lo más probable es que al señor Iglesias le animaran las virtudes del pasar página para que los conflictos pierdan virulencia pero no parece que vayan a ir por ahí los tiros. Gracias a la locuacidad radiofónica del líder de Podemos queda anticipado a la perfección el escenario en el que producirá el ansiado y prometido encuentro entre Sánchez y Torra. Si algo ha hecho el cambio de inquilino en la Moncloa es dar alas a quienes habían perdido las esperanzas tras la proclamación fallida de la república catalana. Lo que con Rajoy era un camino cerrado por completo, se transforma gracias a Sánchez en una posibilidad a reabrir. Así que el 9 de julio va a ser un día señalado para poder comprobar lo que da de sí el compromiso dialogante. Porque no se sabe por qué cauces podría transcurrir un diálogo en el que uno dice que sólo quiere hablar de independencia y el otro que se puede hablar de cualquier cosa menos de eso. Así que el comunicado conjunto que se emita, si al cabo lo hay, puede que permita aliviar incluso los calores tremendos de este comienzo del verano.