En cierta ocasión escuché un consejo para hacer las moniciones a las lecturas de la misa: enseñar lo más llamativo procurando no transmitir el contenido de lo que vamos a leer, o sea, lo más parecido al tráiler de una película. Ciertamente me pareció llamativa la comparación. Llamativa pero real. ¡Cuántas veces vemos la publicidad de una película, un evento o un producto y nos entran ganas de ver, asistir, comprar! Claro que después puede que no cumpla nuestras perspectivas por exceso o por defecto.

San Juan Bautista, cuyo nacimiento celebra hoy la Iglesia, fue el tráiler de Jesús. Predicó la cercanía del Reino y un bautismo de conversión. No era el bautismo según el Espíritu de Jesús, pero ayudaba a comenzar un camino de conversión. El mismo Jesús advirtió a sus discípulos que el bautismo de Juan era del agua, pero serían bautizados con Espíritu Santo y fuego; o lo que es lo mismo, el bautismo de Juan era un tráiler del bautismo de Jesús, que no les dejaría defraudados, pues si el primero es para el perdón de los pecados, el segundo es para la misión. Algunos discípulos de Juan, animados por éste, fueron a ver cómo vivía Jesús y se quedaron con él; lo cual nos indica que la misión de Juan dio resultado positivo: esperaban según el anuncio de Juan al que había de venir, y cuando lo conocieron no quedaron defraudados. Desde la concepción milagrosa de Juan hasta su muerte violenta predicen la concepción y la muerte de Jesús. Todo en Juan es un anticipo humilde de Jesús, pero a su vez un contraste. La túnica de Juan nos recuerda la que Dios regaló a los hombres después del pecado, hecha de pieles; mientras que la túnica de Jesús es la que nos muestra en la transfiguración y la resurrección, blanca, luminosa, esplendorosa... Es el vestido de los hombres y del mismo Dios.

Nuestro bautismo nos invita a superar la simple túnica de pieles y adherirnos a la túnica blanca de Jesús; se nos invita a dejar de ser simples hombres para volver a ser imagen y semejanza de Dios. No es posible hacer esto sin el precursor -o precursores-, ése que con la grandeza de su interior y la sencillez de todo su exterior fue capaz de indicarnos la casa del maestro, como hiciera Juan con esos dos discípulos.

Pero, como dijimos anteriormente, no siempre el tráiler anuncia algo emocionante, a veces también nos decepciona lo que viene detrás. Hemos de ser quienes anuncien un apasionante viaje con Jesús que culmina en la resurrección y no los profetas de calamidades que anuncian sólo la cruz.