En su comparecencia del pasado martes en el Senado, Pedro Sánchez afirmó, para sorpresa y disgusto de la mayoría, que renuncia a reformar el sistema de financiación autonómica que caducó en 2014. No le va a dar tiempo en esta legislatura, si es que la concluye como presidente del Gobierno. A cambio, anunció "mejoras", así, en abstracto, y reuniones bilaterales con todos los mandatarios autonómicos para conocer la situación de cada comunidad, sus problemas, sus deseos, etcétera, etc. La primera cita será con el lendakari Íñigo Urkullu, aunque a este la financiación se la trae al pairo. En el País Vasco la tienen asegurada con el cupo y las buenas propinas que se lleva el PNV cada vez que se necesitan sus votos en el Congreso de los Diputados.

Después desfilarán por la Moncloa los demás presidentes de comunidad autónoma por riguroso orden de aprobación de sus respectivos estatutos. O sea, que Herrera será el último. Para entonces quizás ya esté todo el dinero repartido y Juan Vicente se vuelva a casa con los bolsillos vacíos y la sensación de que Castilla y León pesa poco, cada vez menos, en el panorama nacional. Algo nos tocará, pero ya veremos cuánto.

Y digo lo de que quizás se acabe el dinero porque todo el mundo se ha puesto a pedir y a exponer deudas históricas y agravios comparativos como si no hubiera mañana; es decir a mí que me den lo mío y el que venga detrás que arree. Es lo que se conoce como solidaridad universal aplicada a un solo país. El caso es que a todos los gerifaltes regionales (bueno, todos, todos, no) se les llena la boca de España, España, España y de supuestas búsquedas de soluciones comunes y de política nacional, pero a la hora de la verdad se piensa muy poco en lo común y se mira solo de fronteras regionales para adentro. ¿Lógico? Sí y no. Sí, porque cada cual tiene que preocuparse en primer lugar de sus problemas y tratar de arreglarlos. No, porque esos problemas propios suelen estar enlazados con los de los demás y porque hay (o tendría que haber) un proyecto de nación que nos afecta a todos y que será inviable si cada uno se dedica a tirar de la manta hacia sí sin importarle el resto.

Y este dilema es el que hace casi imposible cuadrar el infernal círculo de la financiación autonómica. Pedro Sánchez se ha dado cuenta (o lo ha sufrido en carne propia) nada más llegar al poder. Una cosa es predicar en la oposición y otra muy distinta dar trigo cuando se está al frente del Gobierno. Ni siquiera en el interior de su partido (igual que en los demás) hay unanimidad a la hora de afrontar el reto. Las comunidades más ricas y pobladas quieren que prime el baremo del número de habitantes. Las más pobres y despobladas, como Castilla y León) reclaman que se tengan en cuenta los costes reales de la sanidad, la educación y los servicios sociales a la hora de establecer la financiación. No cuesta igual un colegio en Fuenlabrada o Badalona que mantener una escuela con tres niños en un pueblo de Sanabria. Eso lo entiende cualquiera, pero?

Y luego están las famosas deudas históricas. Resulta que el Gobierno central le debe a todo quisqui. Y no una limosnilla, no, sino un pastón. Susana Díaz ya le ha dicho a su correligionario y rival Pedro Sánchez que a Andalucía se le deben 4.500 millones de euros. Uno desconoce quién y cómo ha echado las cuentas, pero, a la hora de reivindicar, ahí están. E igual ha sucedido con las demás comunidades autónomas. De Cataluña, ni hablamos, que, según Torra, Puigdemont y etc, etc, les hemos robado tanto que ya no sabemos qué hacer con los billetes.

De modo que, a la vista de las palabras de Pedro Sánchez, pongámonos a contemplar el inigualable espectáculo de decenas de políticos quejándose y en el rentable, electoralmente, papel de víctimas. Marginan a Galicia, marginan a Castilla y León, , marginan a Extremadura, marginan a Madrid y así sucesivamente. Y quizás algunos tengan razón, pero ¿todos? Si el Gobierno central les debe a todos, ¿quién ha cobrado?, ¿quién ha tenido beneficios? Hombre, Bárcenas, Correa y demás se llevaron mucho, pero tanto, tanto?

Pedro Sánchez tiene un miura por delante. Y astifino, cornalón y duro de embestida. Me temo que nadie, ni siquiera los del PSOE, se va sentir conforme con lo que den de sí esas reuniones bilaterales y esas "mejoras" anunciadas. Todos pedirán más de lo que el gobierno central pueda dar. Y todos quedarán como unos machotes y héroes ante los suyos?especialmente cuando den las ruedas de prensa en casa.

Mientras tanto, la añorada financiación autonómica seguirá esperando y esperando unos cuantos añitos mas.Y mira que le dieron palos a Zapatero el día que se firmó la que aun continúa vigente! Muchas críticas y lamentos, pero nadie la ha mejorado.