La lengua siempre anda suelta: unos días va con la queja, otros con el tiempo, otros... No se manifiesta a las claras, ni a las oscuras. Es invasiva, provocadora, zalamera, y hasta insolente.

¡Cómo no gusta darle a lengua!

Qué fiera tan indómita es la lengua cuando no se la tiene domada. La experiencia cotidiana nos hace ver que con la lengua invadimos todo, no sólo nuestro terreno, también el ajeno. A diario, en cualquier lugar, vemos el caminar de los abandonados devotos que constantemente están ejercitando el triste "trabajo" de hablar del prójimo. Desesperados tienen que estar los sastres, nuestra sociedad le está quitando trabajo. Sí, nos gusta cortar trajes, hacer jaretas y hasta remendar entrepiernas.

Como la fervorosa lengua siempre necesita nutrirse también tenemos las redes sociales. Qué te aburres y quieres rajar un rato: ¡Entra en el Facebook del vecino, de tu amigo e incluso de tu jefe! Tendrás el fertilizante que necesita la lengua para moverla un rato.

Es difícil acomodar los pensamientos, pero no imposible. Del mismo modo que hablamos de los demás, podemos hablar de nosotros mismos. Todos tenemos sufrimientos, dificultades, sacrificios, ánimos tristes, problemas, y un largo etcétera, pero claro, por no contrariar al ego, preferimos hablar del prójimo que de nosotros mismos. La vida es la matriarca de la muerte, todo es una circunstancia del tiempo, ahuyentemos a los demonios con la sal de la prudencia y seamos virtuosos de las conversaciones constructivas.

Nuestra cultura está basada en la palabra. El mero conocimiento memorizado, no garantiza sabiduría. Hemos elaborado la vida con la experiencia de la palabra, condicionando todo a la sistemática "realidad" del verbo.

Considero que la educación debe huir del insulto, de las malas formas, de la inquietante palabra que brota del histerismo. La educación, modesta opinión, debería ser un acto de valor y amor. Huir del debate, de la discusión creadora, de la fuerza del silencio es la antítesis de la educación.

Es importante ver que en la armonía se encuentra la posición más humana del hombre. Insultar y descalificar es muy fácil, la lengua le suele dar consentimiento a todo lo que no está tamizado con el pensamiento. Y claro... Unos días insultamos a un futbolista, otros a un cantante y otros al vecino de al lado.

El irracionalismo es un juguete del odio, muestra las agudas disputas del yo y la percepción.

¿Transformar el insulto en reflexión? Depende de cada uno de nosotros. El irracionalismo acentúa la palabra y desprecia cualquier matiz de diálogo.

Me gustaría terminar el artículo poniéndome un poquito intensa, he comenzado espesa, lo reconozco, Y como ya estamos impregnados de la caridad del calor, es bueno recordar los grandes provechos de lo que perdura todo el año...

El amor es el alimento del corazón. He hallado en el amor lo que no he hallado en persona alguna. El poder del amor nos eleva por encima de los cuerpos y las presencias, es igual que la onda de una eterna fuente.

El amor no es vínculo, no es apego, aprender a fidelizar el alma sin buscar reciprocidad es amar.

A partir de septiembre resucitarán las añoranzas de amar, el sexo vive continuamente en impaciencia, el amor es pausado. En verano nos "enamoramos" muchas veces al día; en cada posición de un cuerpo ajeno, vemos lo que vemos... Total, el desafío de cada verano es ..ar, claro que he dicho nadar. En la piscina, en el mar, en el apartamento de la costa, en el ascensor y hasta en la encimera ...amos, nadamos.

El verano es la estación fogosa, el sexo le declara la guerra al amor, nos "enamoramos" de todos y todas, como colosos ardemos al ritmo de Despacito.

En invierno muchos ojos buscarán leer amor, pero sólo verán con nitidez la palabra aquellos que durante el verano prefirieron pasear del brazo de la poesía. Ya, ya sé que muchas personas piensan que la poesía es cursi... Les recomiendo leer el poema de Lope de Vega: Soneto 126.