Están pasando las cosas a tal velocidad que no hay tiempo ni para analizarlas ni para asimilarlas. Como le oí decir a un cachondo, el mismo día, en cuestión de horas, nos enteramos de que Urdangarín era el nuevo ministro de Cultura, Màxim Huerta, el seleccionador de fútbol y Lopetegui iba a la cárcel. Un popurrí difícil de digerir pero que da idea del alud de acontecimientos que nos avasalla casi al minuto. Noticias que en otras ocasiones serían portada informativa hoy quedan en un segundo o tercer plano, como sucedió ayer con la retirada total de Rajoy de la política y su reingreso en el cuerpo de registradores de la propiedad con plaza en Santa Pola (Alicante). Ganará bastante más que en la Moncloa y no tendrá que aguantar a su asesor Pedro Arriola y señora, la incombustible intelectual Celia Villalobos, Pero, ¡ay!, el Poder, el Poder?

Ahora ese Poder, aunque sin tanta mayúscula, lo tiene Pedro Sánchez y ha empezado a ejercerlo conforme a unos criterios que, como no podía ser menos, han generado, generan y generarán división de opiniones. Los del PSOE y parte de esa difusa masa que atiende por "progresistas" le respaldan. Los del PP, a la contra y sin perdonarle (sobre todo los que se han quedado sin cargos) la moción de censura. Los de Ciudadanos, sin perdonarle que no convoque elecciones y con la escopeta cargada. Los de Podemos, en ese complicado equilibrio de amenazar con rupturas pero sabiendo que no podrán (o no deberían) aplicarlas contra un gobierno de izquierdas. Y los nacionalistas, en su ser. Y en medio, claro, los cálculos electorales de cada cual.

Sin embargo, y pese al poco tiempo transcurrido, ya se atisban otras formas de gobernar y de tomar decisiones ante los problemas arrastrados o surgidos. El mejor ejemplo es la fulminante dimisión-destitución de Màxim Huerta como ministro de Cultura. Por la mañana, El Confidencial informó de su condena por fraude a Hacienda. Por la tarde, presentaba su renuncia. ¿Voluntaria? Es posible, pero se veía la mano del presidente del Gobierno y las rayas rojas impuestas a su gabinete. Y en el aire una pregunta que lo explica todo: ¿Sánchez habría nombrado a Huerta si hubiera sabido ese lío con Hacienda? No, ergo?¿Cuántos casos similares, o parecidos, dejó pudrir Rajoy?, ¿en cuántos se dijo aquello de "pasó hace mucho tiempo", "ya no es militante del PP", "ya pagó sus culpas"?, ¿cuál ha sido el coste político y el rechazo de la opinión pública? Esta vez el relevo ha sido instantáneo. Antes, se dilataba y dilataba o no llegaba. Y si el listón se ha colocado tan alto, a la altura de un ministro, es fácil imaginar que no va a bajar y que los ceses estarán a la orden del día?si hay motivos para ello.

En esta misma línea, aunque con variantes, cabe situar la dimisión como diputados en el Congreso de dos ministras, Battet y Robles, y un ministro (Ábalos). No quieren acumular cargos y sí dedicar todo su tiempo y energías a las labores ministeriales, que son muchas y duras, especialmente las de Battet, que tiene que lidiar con sus paisanos catalanes, otra vez cerriles, montaraces y predispuestos a la bronca constante. Hay quien dice que las dimisiones buscan que el PSOE tenga siempre sus 84 votos y no se vea mermado por las ausencias, obligadas por sus cargos, de los ministros. Es posible, pero sea por lo que sea, me parece una buena decisión. Una persona, un puesto. Y punto.

El caso del "Aquarius" demuestra que también han cambiado criterios y sensibilidades en el terreno de lo social y los derechos humanos. Los 630 emigrantes llegarán a Valencia y serán tratados como seres humanos. Decenas de instituciones se han ofrecido para acogerles, especialmente a los 123 niños que viajan solos. No falta quien afirma que España ha vuelto a hacer de Quijote. Tampoco se han ahorrado críticas a Pedro Sánchez. Curiosamente, las he visto y oído en medios que se precian de católicos y que tienen (o eso dicen) lo religioso como su norte y guía. ¿Salvar 630 vidas no es de cristianos?, ¿dormiríamos con la conciencia tranquila si, pudiendo rescatarlos, se hubieran ahogado? Piénselo un poco antes de lanzar eso de "¿cuánto nos va a costar?, ¿quién lo paga?, etcétera, etc.

También me parece destacable que el Consejo de Ministros haya acordado volver a la sanidad universal para todos, incluidos los sin papeles. Fue una de las herencias de Ana Mato y solo sirvió para recibir críticas de organismos internacionales. De hecho, los médicos y ATSs siguieron atendiendo a todos los que llegaban a urgencias. Y ¿qué decir de las tristemente famosas concertinas, esas cuchillas colocadas al final de una valla de 6 metros de altura para impedir que la escalen los emigrantes en Ceuta y Melilla? El nuevo ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, por cierto, nada rojo, se ha comprometido a estudiar su retirada. Buena noticia? si se cumple. Dejar atrás residuos medievales siempre es positivo.